Flashback
Desde que era un niño, Cristian fue educado por su madre para convertirse en un servidor de Dios.
C: ¿por qué mamá? ¿por qué tengo que ser religioso?
M: porque quiero entregar al primero de mis hijos como ofrenda para mi Señor... tú serás quien salvará mi alma y la liberarás de todos mis pecados...
C: ¿y Ricardo? ¿él también será religioso?
M: no, él se casará y tendrá hijos... él se encargará de darle continuidad a nuestra familia...
C: quiere decir que yo nunca voy a tener hijos...
M: no, tú vivirás en un convento y dedicarás cada instante de tu ser para servir a Dios... ese es tu destino...
Sin entender a totalidad las palabras de su madre, el pequeño Cristian se resignó a seguir los caminos que Magdalena trazaba para él.
Pero aunque en su mente, el doncel estaba convencido de ser religioso, no podía convencer a su corazón.
Con la adolescencia llegaron las primeras tentaciones... Cristian y Ricardo cursaban su educación básica en un colegio para donceles y señoritas... el pelinegro va en segundo de secundaria mientras que el rubio está por finalizar la primaria.
A la salida de la escuela, los hermanos De Aragón eran recogidos por el chófer, quien los llevaba a su casa... pero un día, Cristian se percató de un joven que lo observaba fijamente... era un chico unos años mayor que él, de cabello rizado negro y ojos grandes de color café.
Cuando Cristian vio al muchacho, este le sonrió... el doncel que nunca había tratado con nadie no sabía qué hacer, por lo que desvió su mirada sin poder evitar que un ligero rubor tiñera de rojo a sus mejillas.
Esa tarde en su casa, Ricardo entró a la habitación de Cristian.
R: ¿puedes ayudarme con una tarea? no entiendo nada...
C: claro, pero debes esforzarte más... no siempre voy a estar para ayudarte...
R: lo sé, pero es que no puedo concentrarme... no puedo dejar de pensar en algo...
C: ¿en qué?
Con sonrisa coqueta, el doncel rubio respondió: en un chico...
Sorprendido, el pelinegro dijo: Ricardo, apenas tienes 12 años... eres muy pequeño para pensar en esas cosas...
R: es que el otro día mi amigo Ariel me prestó un libro... era de romance y la pareja principal estaba muy enamorada... me encantó y pensé en lo bello que debe ser enamorarse y recibir un beso... ¿tú no crees lo mismo? ¿no te gustaría que te besaran?
Cristian habló con firmeza: no digas tonterías... sabes que yo pronto ingresaré a un convento... voy a ser religioso...
R: bueno, eso es lo que quiere mamá... pero ¿qué quieres tú? ¿quieres vivir encerrado en un convento o enamorarte?
Cristian dudó en dar una respuesta: quiero hacer lo que mamá decida... ella sólo desea lo mejor para nosotros...
R: mmm, pues eres un tonto... yo ni loco me volvería sacerdote o lo que sea que vayas a ser...
C: mejor cambiemos de tema...
R: sólo una cosa más... supongo que ya has visto al chico del que te hablo... es un joven que llega todos los días a recoger a su hermana al colegio, se llama Gastón y es de cabello negro rizado...
Al escuchar la descripción que su hermano le daba, Cristian se dio cuenta que se trataba del mismo joven que le había sonreído.
R: ¿tú también lo has visto?
C: ehhh... creo que sí...
R: ¿verdad que es guapísimo?
Cristian evadió la pregunta: bueno, ¿quieres que te ayude hacer tu tarea o no?
Días después en el colegio, Ricardo se acercó a Cristian durante el receso.
Con una sonrisa de oreja a oreja el rubio le dijo: ¿qué crees? la hermana de Gastón me entregó esta carta...
C: ¿una carta? ¿qué dice?
R: la escribió Gastón para mí... quiere platicar conmigo a la salida del colegio...
C: supongo que no lo harás... no es correcto...
R: hay Cristian no seas anticuado... sabes que ese muchacho me gusta... sólo platicaré con él unos instantes... después podrá visitarme en la casa...
C: pero creo que primero deberías decirle a mamá...
R: ¿por qué? no estoy haciendo nada malo... mira, en cuanto salgamos, tú te irás con el chófer para decirle que me quedé copiando una tarea o algo así... yo estaré con Gastón, te prometo no tardarme más de 10 minutos...
C: no lo sé Ricardo, yo creo que mejor...
Ricardo tomó la mano de su hermano y con mirada suplicante dijo: por favor, eres la persona en quien más confío... ayúdame...
Con la nobleza que lo caracterizaba, Cristian acarició la mejilla del rubio: está bien... solo lo hago porque eres mi hermanito y te quiero mucho...
R: gracias Cristian... estoy muy emocionado, ese chico me gusta mucho y yo también le gusto a él...
C: ¿por qué lo dices?
R: es obvio... soy un doncel hermoso ¿a qué hombre podría no gustarle?
Más tarde, tal como lo habían planeado, Cristian entretenía al chófer mientras que Ricardo fue al encuentro con Gastón.
El muchacho se presentó gentilmente con el rubio: buenas tardes Ricardo... soy Gastón Álvarez, mucho gusto...
Sonriendo coquetamente, el ojiverde habló: hola Gastón... tu hermana me entregó tu carta... la verdad es que no tengo mucho tiempo... ¿qué quieres decirme?
G: pues verás... la verdad es que me apena un poco, pero necesitaba hablar contigo...
Suponiendo que el muchacho iba a declararse, Ricardo lo animó para continuar: vamos, no seas tímido, dime lo que sea...
G: es que quisiera que me ayudaras para poder tratar a tu hermano Cristian... él me gusta mucho, pero es muy serio y no me atrevo a abordarlo...
Las palabras del joven cayeron como un balde de agua fría para el vanidoso rubio: mi hermano ¿te gusta mi hermano?
G: sí, me gusta mucho... por eso quisiera que tú me ayudes...
Herido en su orgullo, Ricardo contestó tajantemente: por supuesto que no... yo no voy ayudarte en nada y para que lo sepas de una vez no tienes ninguna oportunidad con mi hermano...
Sorprendido por el cambio de actitud, Gastón preguntó: ¿por qué no?
R: porque mi hermano va ser religioso, a él no le interesa ningún hombre y mucho menos alguien como tú que eres muy poca cosa...
G: ¿cómo dices?
R: disculpa si te ofendo, pero Cristian ya se había dado cuenta de tus intenciones y no sabes cuánto nos reímos... te recuerdo que mi hermano y yo pertenecemos a una de las familias más importantes del pueblo... no cualquiera puede aspirar a nosotros... Cristian me dijo que tú estás muy por debajo de nuestro nivel y la verdad yo opino lo mismo...
Ricardo se alejó rápidamente del muchacho luego de haberlo humillado... llegó con su hermano, quien se sorprendió de verlo aparecer tan pronto.
C: ¿ya hablaste con Gastón?
R: sí, ya vámonos...
C: ¿qué te dijo?
Molesto, Ricardo respondió: te cuento después... ahora sólo quiero irme de aquí...
Esa misma tarde, Cristian estaba dentro de su cuarto haciendo su tarea, cuando Magdalena entró y se paró frente a él mirándolo fijamente.
C: ¿sucede algo mamá?
Por respuesta, el doncel recibió una fuerte bofetada de su madre.
Con lágrimas en los ojos, el pelinegro preguntó: ¿por qué me pegas mamá?
M: eres un descarado Cristian... ya tu hermano me contó lo que andas haciendo en el colegio... te la pasas coqueteándole a los chicos y hoy uno de ellos habló con Ricardo porque quiere tratarte más...
C: n-no entiendo nada... yo no coqueteo con nadie...
M: no sigas que no te creo... está claro que se te ha olvidado que tu destino es ser religioso... pero yo voy a ponerle fin a esto...
C: ¿qué quieres decir?
M: que pensaba esperar hasta que terminaras el colegio, pero he decidido que mañana mismo ingreses al convento para iniciar tu formación como fraile...
C: ¿mañana mismo?
M: sí, mientras continúes llevando una vida normal corres el riesgo de desviar tu camino, por eso mañana te irás al convento, donde vivirás hasta que te conviertas en religioso...
Agachando la cabeza, el doncel asintió sin decir nada más.
Esa noche, Cristian lloró hasta la madrugada... no entendía nada de lo que había pasado, pero no le quedó más que obedecer y al día siguiente fue llevado al convento para iniciar con su formación para religioso.
Los años pasaron y con 16 años cumplidos, Cristian era ya un novicio... ni su madre ni su hermano lo iban a visitar al convento.
El pelinegro dedicaba sus días a la vida contemplativa y a la oración... pensaba que así sería todo su futuro.
Como todos los jueves, era día de confesión y el doncel se arrodilló ante el sacerdote para decir: me acuso padre de tener pensamientos impuros...
S: ¿qué clase de pensamientos?
C: anoche tuve un sueño... soñé que estaba con un caballero desconocido y él me...
S: ¿él qué? ¿qué pasaba con ese caballero?
C: él me tomaba la mano y yo me sentía feliz por eso...
S: ¿eso es todo lo que hacían?
C: sí padre... eso es todo...
S: muy mal hijo... sabes que si profesas como religioso deberás dedicar tu vida a Dios y hacer votos de castidad como prueba de tu fidelidad... el demonio de la carne ha comenzado a tentarte y dejarte llevar por él es el peor de los pecados...
Cristian preguntó temeroso: ¿el demonio de la carne?
El sacerdote continuó hablando: sí, algunos lo llaman lujuria... caer en las garras de la lujuria es un pecado imperdonable para nosotros... pensar en el sexo nos conduce a las puertas del infierno...
Asustado, Cristian dijo: le juro padre que yo nunca he pensado en eso... ni siquiera sé lo que es eso...
S: te creo hijo y por eso debes continuar orando día y noche hasta desterrar de tu mente cualquier pensamiento impuro...
C: así lo haré padre...
S: recuerda bien esto, tu castidad es la máxima prueba de fidelidad a Dios... tu cuerpo es un templo y no debes permitir que nadie lo manche...
Fin del flashback
"Que nadie lo manche, que nadie lo manche, que nadie lo manche"
Esas palabras resonaban en la mente de Cristian mientras sus labios eran profanados por Francisco Valencia.
La lengua del varón se introducía violentamente en la cavidad bucal del doncel que sentía el aroma a alcohol entrar por su garganta.
El pelinegro luchaba por soltarse, pero sus fuerzas eran menores... no podía creer que lo que estaba viviendo era su primer beso, él no tenía derecho a vivir algo así... estaba ofendiendo a Dios con esa acción.
Cristian dejó caer la rosa que tenía en su mano y cuando sintió que la respiración le faltaba, Francisco lo liberó separando sus labios de los del doncel.
El varón no pudo evitar relamerse los labios por el dulce sabor que la boca de Cristian le había dejado… se sentía feliz de haberle robado su primer beso a ese ingenuo doncel.
Muy ofendido por la acción, el pelinegro estampó su mano en el rostro de Francisco, quien atrajo nuevamente al doncel a su cuerpo para darle otro beso en la boca.
Cristian sentía cómo otra vez la lengua del ojiazul profanaba su boca, por lo que sacando fuerzas, empujó al varón y le dio una segunda bofetada, más fuerte que la anterior.
En respuesta, Francisco se apoderó nuevamente de los labios del doncel, quien con sus manos empujaba el pecho del hombre para separarse.
Después del tercer beso, Cristian intentó propinarle al ojiazul una tercera bofetada, pero esta vez, el varón le detuvo la mano y lo miró fijamente a los ojos.
Con lágrimas corriendo por su rostro, Cristian habló: ¿cómo se atreve? es usted un abusivo y un patán...
El ojiazul se sobó la mejilla y sonrió para después decir: vuelves a tratarme de usted... creí que habíamos quedado en tutearnos...
C: yo no tengo por qué tutearlo y menos ahora que me ha faltado el respeto de esta manera...
F: ¿te falté al respeto porque te besé?
C: claro que sí... yo soy un doncel que pronto será religioso... mi vida estará dedicada a Dios y esto que me acaba de hacer es una gran ofensa para mí...
El varón habló con voz firme: mira Cristian, deja de decir tonterías... voy hablarte con claridad... tú ya no serás religioso, tu madre te vendió a mi abuela para que ocupes el lugar de tu hermano en esta casa... tú eres mi doncel a partir de este momento...
C: eso no puede ser... ustedes no pueden obligarme a esto...
F: claro que podemos... tu madre le debe mucho dinero a mi abuela y si tú te vas de aquí mi abuela no dudará en hacer que tu madre le pague hasta el último centavo o de lo contrario...
C: o de lo contrario ¿qué?
F: mi abuela hará que tu madre vaya a la cárcel...
El doncel suplicó entre lágrimas: no, por favor... no pueden hacer eso... te prometo que yo haré lo que sea para pagarles...
F: lo único que tienes que hacer para pagar es darle bisnietos a mi abuela... entrégate a mí y estarás saldando la deuda...
C: no me pidas eso, te lo suplico... yo haré lo que sea... seré su sirviente si eso quieren...
Extrañado por las palabras del doncel, Francisco preguntó: ¿prefieres ser un sirviente que mi doncel?
Sollozando, el pelinegro respondió: es que entiende que yo no puedo hacer eso que me pides... no puedo...
Francisco tomó el mentón de Cristian y mirándolo a los ojos le dijo: tendrás que poder... yo tampoco elegí esta boda, pero como futuros herederos de familias distinguidas estamos obligados a ciertas cosas... y yo sí cumpliré con mi parte del trato...
El ojiazul besó nuevamente los labios del doncel, quien seguía resistiéndose a ceder, pero no podía hacer nada.
De pronto, Cristian sintió cómo era cargado por los fuertes brazos de Francisco.
C: no... suéltame por favor... ¿qué vas hacer?
F: vamos a cumplir con el protocolo... esta es nuestra noche de bodas y haremos lo que dos recién casados hacen...
Cristian comenzó a patalear intentando bajarse.
C: no... bájame, déjame ir...
Francisco no hizo caso a las pataletas del pelinegro y comenzó a caminar... la rosa que estaba a su paso fue pisada por el ojiazul dejando sólo pétalos esparcidos en el suelo.
El fuerte varón colocó con suavidad a Cristian en el lecho nupcial... el doncel no dejaba de resistirse e intentó escapar.
Francisco se montó sobre él para impedirle la huida y le dijo con voz recia: no podrás escapar... tranquilízate o serás tú quien sufra más esta noche...
El ojiazul comenzó a quitarse el saco y la camisa, arrojando las prendas al suelo.
En cuanto Cristian vio el pecho amplio y velludo del varón pataleó con más fuerza, pues comprendió que ese hombre estaba dispuesto a cumplir con lo que decía.
C: no, déjame ir... te lo suplico...
F: ya te dije que eres mi doncel y tienes que cumplir con tus obligaciones... la primera de ellas, satisfacerme en la cama...
Cristian dijo sollozando: estás loco... yo no soy tu doncel...
F: sí lo eres y lo serás aún más después de esta noche... quítate la ropa ahora... desnúdate para mí...
Cristian se aferró a su ropa diciendo: no, eso no...
F: si no te quitas tú la ropa... te la arrancaré yo... no lo hagas más difícil...
C: por favor... no quiero...
Desesperado por la actitud poco cooperativa del doncel, Francisco sujetó con fuerza la camisa de Cristian y la desabrochó haciendo que algunos botones salieran disparados por el aire.
El pelinegro gritó con más fuerza al sentirse despojado de sus prendas.
C: ¡nooooooo!... no lo hagas...
El saco y la camisa de Cristian cayeron al suelo mientras que los ojos de Francisco se posaron por primera vez en ese pecho blanco como la porcelana, sin ninguna mancha y en el que únicamente resaltaban dos botones de color rosa que subían y bajaban ante la agitación del doncel.
El ojiazul tocó con sus grandes manos esa piel que olía a pureza provocando escalofríos en Cristian, quien sin dejar de llorar sentía que su cuerpo era tocado por primera vez por un hombre.
Las manos de Francisco fueron descendiendo hasta llegar a la cintura, donde el pantalón cubría el resto del cuerpo de Cristian.
El varón parecía tener prisa y sin escuchar las súplicas del doncel, le quitó el pantalón llevándose también la ropa interior.
Cristian había quedado completamente desnudo ante los ojos de Francisco, quien se maravilló al ver en plenitud el hermoso cuerpo de ese doncel que lloraba en su cama.
El varón se preguntaba en su mente cómo tanta belleza puede esconderse detrás de la ropa... sin los pantalones, Cristian mostraba unas largas y delgadas piernas, además de unas caderas bien definidas que adornaban un cuerpo de tentación para cualquier hombre.
Al sentir la mirada de Francisco sobre él, Cristian cubrió su parte íntima con su mano derecha mientras que con su mano izquierda se cubrió el rostro empapado en llanto por la vergüenza.
F: ¿te da pena que te vea así?... no debes avergonzarte, soy tu marido y a partir de ahora sólo yo puedo verte así cuando quiera...
Cristian no respondió... sólo lloraba sin decir nada.
Francisco dijo con voz gruesa: tienes un cuerpo hermoso... todo tú eres hermoso...
El rostro de Cristian se cubrió de color rojo y creyó que su cara iba explotar por lo caliente que la sentía.
El varón no pudo resistirse más y se agachó para besar el pecho de su doncel y atrapar con sus labios uno de los pezones del pelinegro.
Una fuerte corriente eléctrica recorrió a Cristian cuando sintió que su pezón era acariciado y lamido por Francisco.
El pelinegro percibió que su intimidad comenzaba a responder a las caricias y pensó que su cuerpo estaba sometiéndose al pecado de la lujuria.
En su mente, Cristian decía: Dios Mío, perdóname por favor...
Los besos de Francisco fueron descendiendo por el aperlado cuerpo del doncel y cuando llegó hasta sus piernas, el varón las abrió para ver ese íntimo lugar que pronto lo llevaría a la mayor de las pasiones.
Cristian intentó evitar que sus piernas fueran abiertas, pero Francisco las separó y rozó con su mano derecha el estrecho canal de su doncel.
El pelinegro saltó al sentir la mano del varón en esa parte tan íntima y suplicó: por favor... no toques ahí...
Nuevamente, Francisco no hizo caso y con sus manos tomó las carnosas nalgas del doncel para separarlas cuidadosamente e introducir uno de sus dedos en el agujero de Cristian.
Al sentir la invasión en su intimidad, el doncel no pudo evitar gemir y recordar cuando aquel viejo médico le hizo lo mismo durante la prueba de la virginidad.
C: aghhhhhh... n-no hagas e-eso...
Sin dejar de hundir su dígito, el ojiazul respondió: tengo que hacerlo... de lo contrario será más doloroso para ti...
Llorando y con las manos cubriendo su rostro, Cristian suplicó: d-deja de hacerlo... n-no me humilles más... es demasiado vergonzoso...
F: no tienes que sentir pena... soy tu marido y tú mi doncel... esto es algo natural...
C: no... esto es un pecado...
F: ¿crees que esto es un pecado?... ¿eso es lo que te enseñaron en el convento?
Cristian no pudo responder, ya que tuvo que taparse la boca para no gemir al sentir que un segundo dígito se introducía en él.
F: ¿quieres reprimir tus emociones tapándote la boca? ¿por qué no aceptas que te gusta que te toque aquí?
Hábilmente, los dedos de Francisco masajeaban el interior de Cristian intentando ampliar el estrecho canal que pronto recibiría algo mucho más grande.
F: vamos, dime ¿qué sientes?... ¿te gusta que te acaricie por dentro?... no te reprimas Cristian, eres un ser humano y tienes derecho a sentir placer…
C: no sigas por favor... ya no aguanto...
Con la voz ronca de deseo, Francisco dijo: yo tampoco aguanto más... no aguanto las ganas de estar dentro de ti... de hacerte completamente MÍO…
Cristian abrió aún más sus ojos ante las palabras del varón y sintió que los dedos que profanaban su intimidad eran retirados rápidamente.
Francisco no mentía, él tampoco soportaba la excitación... el bulto en su entrepierna ya era prominente y sentía que el pantalón le estorbaba, pues necesitaba liberar su erección.
El hombre se colocó entre las piernas del doncel y le dijo: lo siento, quería ampliarte más, pero no resisto las ganas de...
Cristian sollozó en una última súplica: por favor, déjame ir... ¿por qué me haces esto?
F: ya te lo dije, tú y yo tenemos un deber que cumplir... yo debo preñarte y tú tienes que darme hijos...
Aterrorizado, Cristian vio que Francisco se desabrochaba su pantalón para desnudarse completamente... como acto reflejo, el doncel cerró sus ojos para no ver la desnudez del hombre.
El ojiazul sonrió por la actitud infantil de Cristian recordando lo que ambos habían platicado en la mascarada… el doncel le confesó que jamás había tenido novio ni había recibido un beso.
Por unos instantes, Francisco dudó en robarle la pureza a ese ser angelical que sollozaba en su cama, pero a su memoria también llegaron las palabras amenazantes de su abuela.
“si te agrada tanto, hazlo tuyo de una vez, porque si ese doncel sale de esta casa, sólo le espera la miseria... si Cristian no acepta ser tu doncel, entonces su madre y él mismo pagarán las consecuencias…”
Comprendiendo que no tenía más opción que cumplir con su deber de único heredero de los Valencia, Francisco finalmente se despojó de su ropa interior liberando su pene que ya le dolía por la erección.
El varón abrió aún más las piernas del doncel para tener el acceso libre y colocó su miembro en la angosta entrada.
Cristian se mordió los labios al sentir algo grande y grueso en la puerta de su intimidad... aunque él no sabía qué es lo que pasaría exactamente, pues nunca nadie le habló del sexo, se imaginaba lo peor.
El doncel pensaba: Dios Mío perdóname... te he fallado...
Con la punta de su verga en el culo de Cristian, Francisco habló: lo siento, sé que no estás de acuerdo con esto, pero tengo que hacerlo... aunque no puedo negar que voy a disfrutar mucho hacerte mío...
Luego de esas palabras, el varón comenzó a meter su longitud en el ano del doncel, quien se aferró a las sábanas al sentir a ese invasor adentrándose en él.
Sin abrir sus ojos, el doncel apretaba sus labios para no emitir ningún sonido que lo avergonzara más... el dolor que sentía al sentir su abertura ampliarse era indescriptible, pero para Francisco la sensación de estrechez era única...
F: aghh... eres demasiado estrecho... relájate un poco... estás muy apretado...
Cristian ni siquiera prestaba atención a lo que oía... únicamente podía sentir ese miembro grueso y duro abriéndose paso en él.
Francisco tampoco la tenía fácil, sobre todo cuando su pene se topó con la principal barrera... el himen de Cristian, que impedía el paso del varón.
El ojiazul ya sabía que el doncel era casto, era obvio por lo angosto de su intimidad, pero sentir que el cuerpo de ese bello chico ponía una última resistencia para no ser profanado, lo excitó aún más.
Como todo macho, Francisco sentía la mayor de las satisfacciones al saber que él rompería el sello de la virginidad de Cristian… él sería su primer hombre y el doncel no podría olvidarlo nunca.
Entonces, el ojiazul sacó un poco su verga, para después hundirla con fuerza logrando romper esa frágil membrana, tan valiosa para los donceles.
El rompimiento de su castidad hizo que Cristian abriera los ojos y gritara por el dolor: aghhhhhhhhhhhhhhhhh...
El pobre doncel creía que se partiría en dos y el desgarre interior provocó que un hilo de sangre manchara el pene de Francisco y también las sábanas blancas del lecho... esa era la prueba irrefutable de que el matrimonio se había consumado, de que el marido había desflorado a su doncel.
Con la cara bañada en llanto, Cristian vio a Francisco sobre él... observó ese viril rostro excitado por estar en su interior... el doncel colocó sus manos en la cadera del varón para empujarlo y que sacará su miembro, pero era inútil.
Francisco estaba totalmente enterrado en Cristian, sus huevos chocaban con esas carnosas nalgas y aunque no se movía para que el pelinegro se acostumbrara a su tamaño, le molestó que el doncel aún se resistiera intentando expulsarlo de su interior.
El varón tomó con sus manos las frágiles manitas del doncel y las colocó por encima de su cabeza.
Mirándolo fijamente a los ojos, Francisco le dijo: no te resistas más... ya eres MÍO... mi doncel...
C: m-me d-duele m-mucho...
F: es normal que sientas dolor… acabo de robarte el mayor de tus tesoros, el tesoro de tu pureza… ahora yo soy tu dueño…
El doncel lloraba sabiendo que las palabras del varón eran ciertas, pues su virginidad ya era cosa del pasado.
Francisco sabía que Cristian estaba sufriendo el dolor de su primera vez, pero era algo inevitable... él sabía que todos los donceles padecen en su desfloramiento y más cuando son tan estrechos como su ahora esposo.
Como única opción para disminuir el dolor, Francisco se agachó para besar ardientemente los labios de Cristian, quien esta vez no se resistió... sentía tanto dolor que ese beso era un bálsamo para su sufrimiento.
Ahora el doncel que en unas semanas se convertiría en religioso estaba entregado completamente a un hombre... su marido invadía su boca con esa ardiente lengua y también su trasero con esa gruesa virilidad.
Francisco separó sus labios de Cristian y este gimió una vez más: ah ah ah...
Esos sonidos fueron suficientes para que el varón desenfundara su verga y volviera a meterla dando inicio a las estocadas que terminarían de consumar el acto sexual.
Cristian ya no pudo reprimir sus gemidos y aunque se moría de vergüenza gritaba ante cada embestida de su marido.
C: ah ah ah ah ah aghhhh...
A Francisco esos gemidos lo excitaban aún más provocando que taladrara con mayor fuerza el culo de su doncel... pero no sólo se dedicaba a embestirlo, el varón también cubría de besos y caricias al resto del cuerpo del pelinegro.
F: ahhh...sabes delicioso... dime si te gusta lo que te hago... ¿lo estás disfrutando tanto como yo?
Cristian no pensaba responder esa pregunta... aunque en su interior sintiera placer, jamás lo aceptaría... para él estaba viviendo la peor de las humillaciones... sin embargo su cuerpo y su voz no podían mentir.
C: ahh ohhh ahhh ohhh...
Los gemidos del doncel ya no eran sólo de dolor, algo que no pasó inadvertido para el hombre que continuó con sus estocadas cada vez más profundas.
F: aunque ahora te resistas, estoy seguro que un día me dirás que te encanta que te haga el amor...
Con su cuerpo perlado por el sudor y habiendo perdido la noción del tiempo, Cristian sintió que la verga de Francisco se engrosaba aún más en su interior... cómo podía volverse más gruesa de lo que ya era, pensó el doncel.
El varón aceleró sus embestidas y anunció: me vengo, voy a correrme...
Cristian no entendía qué pasaba, pero sintió que el dolor volvió hacerse presente cuando el miembro de Francisco se engrosó más para luego comenzar a depositar su semen en las entrañas del doncel.
El pelinegro sentía que su interior era bañado por un caliente y abundante líquido... en esos momentos observó a Francisco, quien con un rostro lleno de excitación temblaba mientras lo inseminaba.
F: grrrr... ah ah... pronto estarás preñado... muy pronto...
Después de unos minutos, Cristian notó que el líquido del pene de su marido dejaba de salir y el miembro comenzaba a deshincharse.
Poco a poco, Francisco fue sacando su virilidad del culo de Cristian y cuando por fin salió vio a su miembro con restos de semen y sangre.
Ambos amantes se miraron fijamente a los ojos tras concluir el acto sexual.
Cristian observó el vigoroso cuerpo de su marido bañado en sudor... ese velludo pecho resoplando por el cansancio, ese abdomen esculpido y también vio por primera vez ese enorme miembro que se había encargado de desvirgarlo.
Francisco también miraba al doncel que yacía debajo de él... el pelinegro ahora lucía un cuerpo lleno de marcas y chupetones, en sus caderas estaban las huellas de las manos del varón y su entrada estaba palpitando y con restos de fluidos saliendo de ella.
El ojiazul se inclinó para susurrar al oído de su doncel: me encantó ser el primer hombre en tu vida... y voy a ser el único...
Francisco intentó besar los labios de Cristian, pero este giró su rostro, así como todo su cuerpo para colocarse en posición fetal y continuar llorando.
Con un gesto de molestia, Francisco dijo: como quieras... pero ya eres mi doncel... a partir de hoy eres MÍO, no lo olvides...
El varón se paró de la cama para dirigirse al baño, pero antes de hacerlo vio que Cristian temblaba en la cama.
Francisco tomó una sábana y cubrió la desnudez del pelinegro que no dejó de llorar hasta quedarse dormido.
Mientras se bañaba, el ojiazul sentía arrepentimiento después de lo que acababa de suceder… no se arrepentía de hacer suyo a Cristian, pues reconocía que había deseado a ese doncel desde que lo conoció… se arrepentía de haberlo tomado a la fuerza, de robarle su castidad de esa manera, pero no había tenido otra opción.
Francisco sabía que su abuela cumpliría su amenaza si no hacía suyo al pelinegro, por lo que pensó: Cristian estará mejor a mi lado, yo sé que como mi doncel vivirá mejor que en un convento…
El varón continuó bañándose deseando que el agua fría que caía sobre su cuerpo desnudo apagara el fuego que aún ardía en él tras haberse encendido con las caricias de Cristian… Francisco deseaba regresar a su cama y tomar nuevamente a su doncel, pero no lo haría, no esta noche.
Después de bañarse, el varón se acostó en su cama para dormirse al lado de su nuevo esposo, pero sin tocarlo... sabía que después de lo que había pasado no era propicio acercarse mucho.
**********
Era de madrugada cuando Francisco abrió los ojos y se percató que Cristian no estaba en su cama.
F: ¿Cristian? ¿Cristian?
El varón se puso de pie rápidamente y prendió la luz... al no ver al doncel dentro de su habitación, se asomó por la ventana y vio a Cristian.
Envuelto en una sábana, el doncel caminaba con dificultad por el dolor en su intimidad... al llegar al jardín de rosas, se dejó caer en el pasto y sollozó inconsolablemente.
C: ¿por qué? ¿por qué me tenía que pasar esto?... Dios ¿por qué lo permitiste?
El viento de la madrugada provocaba que el aroma de las rosas se expandiera y sirviera para endulzar un poco la amargura que el doncel sentía en esos momentos.
Parado a unos metros de Cristian, Francisco observaba el llanto de su doncel y se conmovió al verlo así... tan frágil y hermoso como una rosa.
El varón caminó y colocando su mano sobre el hombro de Cristian le dijo: perdón... perdóname si te lastimé...
El doncel no respondió, sólo seguía bañando con sus lágrimas ese jardín.
Francisco lo levantó con delicadeza para ponerlo de pie y le dijo: ven, vamos al cuarto... la noche está muy fría y te puede hacer mal...
C: n-no quiero... déjame aquí... la fragancia de las rosas me hace bien...
F: si te gusta el aroma de las rosas, te prometo que haré que nuestro cuarto siempre esté lleno de ellas...
El varón cargó con ternura a Cristian, quien se sorprendió por la acción.
C: ¿q-qué haces? bájame...
F: no te resistas... sé lo que estás sufriendo y no quiero que llores más... vamos a nuestro cuarto...
Cristian insistió en bajarse: p-pero yo puedo caminar...
El varón habló con voz firme: tu cuerpo debe dolerte, yo te llevaré... ya te dije que eres mi doncel y a partir de hoy mi deber es cuidar de ti...
Ante las palabras de Francisco, Cristian calló y se dejó llevar en brazos por su ahora marido.
Mientras subían por las escaleras de la casa, el doncel se preguntaba quién era realmente Francisco, el gentil caballero que alguna vez le regaló una rosa o el violento hombre que lo había desflorado.
Así concluyó ese largo día... un día en el que dos casi desconocidos se habían unido a través de la fusión de sus cuerpos, pero sus corazones aún estaban muy lejos el uno del otro.
El calvario ya comenzó...
¿Qué le espera a Cristian como el doncel de Francisco?
Continuará...

Espero la continuación
ResponderEliminarMuy pronto actualizaré... ya terminé de subir mis historias, así que ya podré escribir la continuación de las obras... ;)
EliminarEmocionada xd espero la actualización
ResponderEliminarTe juro que cuando no vi tus historias en wattpad me decepcione, eres increíble y te mereces que tus novelas salgan en la tele.
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