En el pueblo de Santo Domingo, dentro de la mansión de la familia Valencia se vivía una ceremonia que sería inolvidable, al menos para los protagonistas de este evento.
"Señor Francisco Valencia, joven Ricardo De Aragón, los declaró marido y doncel".
Esas fueron las palabras que pronunció el juez para concluir el acto nupcial... la frase resonó en todos los presentes, pero aún más en Cristian De Aragón, quien obligado por su madre sustituía a su hermano Ricardo, que se había fugado con su novio.
Un espeso velo blanco encubría la identidad de Cristian, que temblaba sin saber lo que seguiría al final de la ceremonia, pero él no era el único nervioso... Magdalena, su madre, se limpiaba el sudor de su frente con un pañuelo de seda.
El nerviosismo de la ambiciosa mujer no pasó desapercibido para doña Teresa, que le preguntó: ¿estás bien? te ves pálida...
M: es por la emoción... estoy al borde de las lágrimas...
Como es costumbre en estos eventos, los invitados comenzaron a corear: beso, beso, beso...
El juez dijo con una sonrisa: señor Valencia, ya puede besar a su doncel...
Esas palabras llenaron de temor a Cristian, quien vio a Francisco sonreír y tomar con sus manos el velo que cubría su rostro.
El ojiazul comenzó a levantar el velo para revelar ante todos los presentes el rostro de su consorte.
Pero antes de que el velo fuera levantado en su totalidad, Magdalena cayó al suelo fingiendo un desmayo.
Doña Teresa gritó: Dios Mío, Magdalena ¿qué tienes?
Cristian se acercó muy asustado a su madre diciendo: mamá, ¿qué te pasa? despierta...
El desconcierto invadió a los invitados mientras que Francisco dijo: tenemos que llamar a un doctor...
Su abuela le contestó: sí, pero primero hay que llevarla a alguna habitación para recostarla...
De inmediato, Francisco cargó a Magdalena y subió velozmente las escaleras, seguido de doña Teresa y Cristian.
El ojiazul entró a su propia habitación y colocó suavemente a Magdalena en su cama.
Muy asustado, Cristian no sabía qué hacer mientras que doña Teresa ordenó a una de las sirvientas: rápido llama a un doctor o que alguien vaya por uno ahora mismo... es urgente...
En esos instantes, Magdalena abrió sus ojos y dijo: no... no es necesario ningún doctor...
La anciana y Francisco se sorprendieron ante el repentino despertar de Magdalena.
Con voz severa, Teresa habló: ¿cómo no va ser necesario? te acabas de desmayar...
M: es que ya me siento mejor...
Francisco intervino: creo que mi abuela tiene razón... un médico debe revisarla... no es normal desmayarse así como así...
M: si me desmayé fue por la emoción... no todos los días se casa un hijo...
La anciana que no era ninguna tonta se percató de que algo extraño sucedía y golpeando su bastón con el suelo interrumpió: ya basta Magdalena, deja de fingir... ¿qué está pasando en realidad?
La voz fuerte de la mujer mayor exaltó a Cristian, que sentía a su corazón queriéndose salir de su pecho.
Tartamudeando por los nervios, Magdalena contestó: l-lo que pasa es que... o-ocurrió algo i-inesperado y...
T: ¿y qué? habla de una vez que me estás sacando de quicio...
La ambiciosa mujer no sabía cómo explicar lo que estaba ocurriendo... entonces doña Teresa fijó su vista en el doncel que parado en un rincón temblaba aún con el velo cubriendo su rostro.
Con pasos firmes, la anciana caminó hasta Cristian, quien paralizado por los nervios sólo sintió que el velo blanco era arrancado bruscamente revelando su cara ante los presentes.
Los ojos de Teresa se abrieron grandemente al descubrir que quien se ocultaba debajo del velo que ella misma regaló no era Ricardo.
Francisco también abrió aún más sus ojos azules y susurró: Cristian...
Al sentir las miradas de desconcierto sobre él, Cristian agachó su cabeza mientras sus ojos se llenaban de lágrimas por la vergüenza que estaba viviendo.
Teresa miró a Magdalena y vociferó: este no es Ricardo... ¿qué significa esto?
Magdalena se puso de pie y dijo: permítame explicarle doña Teresa...
T: no hay nada que explicar... ¿quién demonios es este muchacho?... él no es tu hijo Ricardo...
La anciana caminó furiosa hacia Magdalena, pero Francisco la detuvo al verla muy sobresaltada.
F: tranquila abuela...
T: ¿cómo quieres que me calme? esta mujer me ha visto la cara de estúpida...
Magdalena habló con voz fuerte: eso no es verdad... doña Teresa, este muchacho es también mi hijo... es Cristian, mi hijo mayor...
T: eso no me importa... quedamos que quien se casaría con Francisco era Ricardo... ¿dónde está él?
M: por favor doña Teresa... le aseguro que todo tiene una explicación, pero quisiera hablar a solas con usted...
T: ¿con que embustes vas a salir?
M: no son embustes, sólo necesitamos hablar usted y yo... por favor, deme la oportunidad de explicarle...
Con el rostro enfurecido, doña Teresa calló unos segundos y luego dijo: está bien... vamos a hablar... ven conmigo a mi cuarto...
Magdalena asintió y salió de la habitación seguida de Francisco... cuando Cristian iba a salir, la anciana lo detuvo y bruscamente lo empujó a la cama.
T: tú te quedas aquí... esto es entre tu madre y yo...
Teresa salió de la habitación cerrando con llave ante la mirada confusa de Francisco.
F: ¿por qué cierras con llave?
T: porque Magdalena y yo tenemos que hablar a solas... mientras tanto quiero que tú hables con los invitados y les ofrezcas una disculpa... diles que por problemas de salud de tu suegra, la recepción se suspende...
A regañadientes, Francisco aceptó cumplir con lo que se le pedía mientras que Teresa se dirigió a su cuarto con Magdalena.
Dentro de la habitación de Francisco, Cristian dejó de escuchar voces y sin poderse contener más, comenzó a llorar.
El doncel se sentía muy avergonzado por todo lo ocurrido... gruesas lágrimas caían por su rostro.
C: Dios Mío, perdóname... ayúdame a salir de esto, por favor...
*********
Y mientras Cristian sollozaba, en la habitación de doña Teresa comenzaba la discusión.
Magdalena dijo: permítame explicarle...
Furiosa, la anciana estampó su mano en la mejilla de la ambiciosa mujer.
Sorprendida por el golpe, Magdalena vociferó: ¿cómo se atreve?
T: eso es lo menos que te mereces... nadie se burla de Teresa Valencia y tú no serás la primera en hacerlo... te juro que esto te va a costar muy caro... te vas arrepentir de haberte metido conmigo...
Sobándose la mejilla, Magdalena suplicó: por favor, déjeme hablar...
T: no tienes nada que decirme... o mejor dicho sí tienes algo que explicarme... ¿dónde está Ricardo? ¿por qué no está él aquí?
Magdalena agachó la cabeza y respondió en voz baja: R-Ricardo no está porque...
T: porque ¿qué?
M: porque se fue...
T: ¿se fue? ¿a dónde? ¿con quién?
M: c-con... se fue con un desgraciado que lo sedujo... un maldito que sólo se aprovechó de la inocencia de mi Ricardo...
T: ajá... pero mira nada más... así que Ricardo se escapó con otro hombre... y tú que decías que tu hijo era de una moral intachable... al final resultó ser igual a una zorrita de burdel...
Magdalena habló con voz recia: no, mi hijo no es eso que dice... se aprovecharon de él, lo engañaron...
T: como sea, Ricardo se fue con un hombre y tú no cumpliste con el trato... ahora atente a las consecuencias... tienes que pagarme todo lo que te presté y quiero mi dinero ahora mismo...
M: pero doña Teresa, usted sabe que yo no tengo ese dinero...
T: ese es tu problema... si no me pagas hoy mismo, te despojo de todo lo que tienes y me encargo personalmente de que vayas a la cárcel...
Con lágrimas en los ojos, Magdalena habló: no, se lo suplico por favor... todavía podemos llegar a un arreglo...
T: ¿de qué arreglo hablas? tu hijo Ricardo se fue y la boda que se acaba de realizar fue una farsa...
M: se equivoca... no tiene por qué ser una farsa... Ricardo no está, pero ahí tiene a Cristian... le cambio a Ricardo por Cristian...
T: ¿qué dices? pero qué clase de madre eres... piensas que tus hijos son mercancías que se intercambian como si fueran una camisa...
M: soy una mujer desesperada... usted necesita a un doncel de buena cuna para su nieto, pues ahí está Cristian... él también es un De Aragón y honrará a su familia teniéndolo como madre de sus bisnietos...
T: ¿crees que todo es tan fácil?... acaba de celebrarse una boda donde mi nieto se desposó con tu hijo Ricardo... qué dirán todos cuando anuncie que ese matrimonio se anula para que ahora Francisco se case con tu otro hijo... será un escándalo ¿no te das cuenta?
M: es que nadie tiene por qué enterarse... este es un trato entre nosotras... Francisco se casó con Ricardo, pero ya que él no está y no volverá, le entrego a mi otro hijo... Cristian ocupará el lugar de su hermano como esposo de su nieto...
T: estás diciendo locuras...
M: no son locuras... usted necesita de bisnietos que preserven su apellido y yo le estoy dando a un doncel fértil para que así sea...
Azotando el bastón en el suelo, la anciana respondió: y cómo sé que Cristian no es otra zorra igual que su hermano...
M: le juro que Cristian es un doncel decente y de buenas costumbres...
T: ja... lo mismo me decías de Ricardo y mira lo que pasó...
M: le aseguro que esta vez es diferente... Cristian ha sido educado para ser religioso... ha vivido muchos años en un convento... él fue educado por frailes...
T: y si va ser religioso ¿cómo quieres que se convierta en el doncel de Francisco?... tu hijo no lo aceptará...
Magdalena mintió nuevamente: es que Cristian ya aceptó... por eso está aquí... él está dispuesto a ocupar el lugar de su hermano...
T: ¿aceptó? ¿así de fácil?... ja, parece que tus hijos son un estuche de monerías...
M: Cristian aceptó porque me quiere y desea ayudarme... él es un doncel muy obediente... le aseguro que será un buen esposo y madre de sus bisnietos...
Teresa miró de pies a cabeza a Magdalena dudando en dar una respuesta... ya no estaba tan segura de que lo mejor para su nieto era desposarlo con uno de los hijos De Aragón... pensaba en qué clase de donceles serían al tener a una madre sin escrúpulos como Magdalena.
**********
Las sombras de la noche cubrieron el cielo de Santo Domingo... todos los invitados ya se habían ido de la mansión Valencia y Francisco esperaba sentado dentro del despacho.
Impaciente, tamborileaba el dedo índice de su mano derecha con el escritorio... de pronto alguien tocó la puerta... era su abuela.
El ojiazul se puso de pie y preguntó: ¿qué pasó? ¿qué te dijo esa mujer?
Teresa se sentó y tras dar un suspiro habló: Magdalena me dijo que Ricardo se escapó con un hombre que supuestamente lo sedujo... pero ya no tiene caso hablar de ese ingrato...
F: ¿cómo que no tiene caso?... esto significa que después de todo no me casé...
M: te equivocas, tú sí te casaste... tu doncel está esperándote en tu habitación...
Sorprendido por la respuesta de su abuela, Francisco cuestionó: ¿qué? no te entiendo...
T: es muy simple... Magdalena tiene dos hijos donceles, Ricardo y Cristian... tú te casarías con Ricardo, pero como él no está, pues ahora Cristian ocupará su lugar...
El ojiazul rió sarcásticamente: jajaja... ¿así de fácil?... qué rápido solucionas todo abuela...
T: para grandes males grandes remedios... aquí no ha pasado nada... tú te casaste y hay un doncel esperándote en tu cuarto... ve con él...
F: te juro que creo que esto es una broma... ese doncel que está en mi cuarto no es con quien me casé... él no es una mercancía de cambio...
La anciana se puso de pie y mirando seriamente a su nieto vociferó: sí es una mercancía... yo le compré a Magdalena uno de sus hijos y aunque no es el que habíamos convenido, finalmente ese muchacho es también un De Aragón... debería de alegrarte lo que pasó, hace no mucho defendías a Cristian diciendo que no era un interesado y sí todo un dechado de virtudes, pues ahí lo tienes… está en tu cuarto esperándote para consumar el matrimonio…
F: por Dios abuela, ese doncel desea ser religioso… yo no puedo hacer lo que me pides…
T: ¿por qué no? Es un doncel muy lindo… ¿acaso no te gusta? Ahora vas a salir que preferías a Ricardo…
Francisco levantó la voz: no se trata de eso abuela... Cristian es un chico muy atractivo... no tengo problemas con su físico, pero...
T: ¿pero qué? ¿qué pero tienes?
F: te repito que Cristian desea ser religioso... toda su vida la ha pasado en un convento preparándose para servirle a Dios no para ser mi doncel…
T: sí, iba a ser fraile, pero ha decidido ayudar a su madre y por eso aceptó sustituir a su hermano Ricardo...
Francisco miró desconcertado a su abuela: ¿aceptó? ¿Cristian aceptó todo esto?
T: sí... Magdalena me lo dijo... Cristian está de acuerdo en ser tu doncel...
El ojiazul se quedó mudo sin saber qué responder.
**********
Mientras tanto, Cristian daba de vueltas en la habitación de Francisco... ya había pasado mucho tiempo y su madre no aparecía.
Caminó hasta la puerta e intentó abrirla, pero fue inútil... seguía cerrada con llave.
El pelinegro comenzó a gritar: ¿hay alguien ahí?... ¿mamá estás ahí?... alguien ábrame, por favor...
Nadie contestaba a sus llamados, por lo que el doncel se asomó a la ventana desde donde podía apreciar el jardín de rosas, pero ahí tampoco había ninguna persona a la que pudiera pedirle ayuda.
De pronto escuchó unos pasos acercándose... se paró a un lado de la cama y vio girar el picaporte de la puerta... quien entró fue Francisco.
El ojiazul miraba fijamente a Cristian, quien tartamudeando por los nervios pudo decir: ¿d-donde está mi ma-mamá?
El varón contestó con voz gruesa: ¿tu mamá? hace rato que se fue...
C: e-eso no puede ser... ella no se pudo ir sin mí...
Francisco sonrió levemente y contestó: supongo que no esperabas que ella se quedara aquí... sabes bien que tenía que irse después de la boda...
C: p-pues entonces y-yo también me voy...
El pelinegro intentó salir cuando sintió que la mano de Francisco lo detuvo sujetándolo por su brazo derecho.
C: ¿q-que pasa?
F: ¿por qué finges? no te hagas el que no sabe nada...
C: te juro que no sé... no entiendo por qué mi mamá se fue y me dejó acá...
Francisco habló con voz firme: te dejó porque a partir de hoy esta será tu casa...
Cristian se sorprendió por las palabras del varón: ¿qué dices? eso no es verdad...
F: deja de actuar... sabías perfectamente a lo que venías cuando entraste a esta casa fingiendo ser tu hermano... hiciste muy bien tu papel como Ricardo durante toda la ceremonia... ahora recibirás tu premio por tan buena dramatización...
C: yo no quiero ningún premio...
Acercándose al pelinegro, Francisco añadió con tono socarrón: ¿sabes? No sé ni por qué me sorprendo… en la mascarada hiciste lo mismo, ocupaste el lugar de Ricardo y fingiste ser mi prometido… ¿no será que eso es lo que siempre quisiste? Ser tú quien se casara conmigo y no tu hermano…
Cristian se defendió: ¿por qué mencionas eso ahora? Esa noche te expliqué el porqué ocupé el lugar de Ricardo… te dije que…
El varón interrumpió: me dijiste que Ricardo sí quería casarse conmigo y eso era una mentira, tuvo que serlo cuando hoy se escapó con otro hombre… ¿en qué más me has mentido Cristian? O es que acaso, todo lo que platicamos esa noche también era falso…
C: no, yo no te mentí, en la mascarada ocupé el lugar de Ricardo porque él me lo pidió y ahora lo hice por ayudar a mi mamá... estaba desesperada porque Ricardo se fue y tu abuela se desquitaría con ella... me dijo que estuviera en la ceremonia y después hablaría con doña Teresa para resolver la situación...
F: pues ya se resolvió... el lugar de tu hermano como mi doncel lo ocuparás tú...
Las palabras de Francisco cayeron como un balde de agua fría para Cristian.
C: n-no... e-eso no puede ser... n-no es verdad...
F: te repito que dejes de actuar... tu madre le dijo a mi abuela que tú estás de acuerdo en sustituir a Ricardo, una vez más, la primera fue como mi prometido en la mascarada y ahora como mi esposo en esta casa... la verdad es que me decepcionaste, tenía otra idea de ti...
Con los ojos llenos de lágrimas, Cristian dijo: es que no estoy actuando... yo no sé de lo que hablas... vine aquí para ayudar a mi mamá... sólo eso... no puedo sustituir a Ricardo porque voy a ser religioso... en unos días voy a profesar, ya te lo dije…
Francisco creía firmemente que las palabras de Cristian eran fingidas, por lo que hacía caso omiso a las lágrimas del doncel.
F: pues precisamente porque serías religioso, no debiste aceptar esta farsa... pero ahora ya está todo decidido, tu madre te vendió y no hay nada más que hacer...
El ojiazul se alejó de Cristian y se quitó el saco de su elegante traje para después comenzar a desabrocharse la camisa.
El pelinegro preguntó muy nervioso: ¿q-qué haces?
F: desvistiéndome, este es mi cuarto...
C: s-sí, p-pero yo estoy aquí...
Con un tono cínico, Francisco respondió: eso no importa... eres mi doncel y esta es nuestra noche de bodas ¿recuerdas?
Imaginándose lo peor, Cristian comenzó a llorar desesperadamente y se acercó a Francisco: no, por favor... estás equivocado... te juro que yo no sabía nada... te lo juro...
El varón dijo implacable: ni creas que con tus lágrimas vas a conmoverme esta vez… en la mascarada me tragué todo tu cuento al verte llorar, te creía un chico ingenuo e inocente, pero ahora veo que eres igual que todos los donceles… tú y tu hermano deben ser iguales, unos interesados y unos…
Antes que el ojiazul pudiera terminar de hablar, el pelinegro se arrodilló ante él sollozando amargamente: yo no soy un interesado, te lo juro… déjame ir por favor... te lo ruego... yo voy a ser religioso...
Rápidamente, Francisco levantó a Cristian y tomándolo por los hombros le dijo: ¿por qué lloras así? ¡ya deja de fingir!
C: no estoy fingiendo… yo no sabía nada, solo ayudé a mi mamá, pero no puedo ser tu doncel… no puedo ser tuyo, te lo suplico, déjame ir…
Viendo que el pelinegro se deshacía en llanto, Francisco dudó que realmente Cristian hubiera estado de acuerdo en el intercambio de donceles.
F: ¿en verdad no sabías nada?
Con la cara empapada en llanto, el doncel respondió: te juro que no sé nada... mi mamá me pidió que estuviera en la ceremonia, sólo eso...
Francisco observó el rostro lloroso de Cristian y nuevamente no pudo evitar conmoverse.
El varón no entendía por qué las lágrimas de ese chico ejercían un fuerte efecto en él, le provocaban consolarlo y abrazarlo.
Al tener tan cerca al doncel, Francisco apreció los rasgos finos y delicados de Cristian... nuevamente, comprobaba que se trataba de un chico muy atractivo.
El ojiazul también se fijó en los labios rosas y suaves del pelinegro... así como le pasó en la mascarada, Francisco deseó besar esa dulce boca, pero lejos de consolar a Cristian, sabía que sólo lo haría llorar más.
En un gesto protector y sin poderse resistir más a los encantos del pelinegro, Francisco abrazó a Cristian y le besó la frente… el doncel no paraba de sollozar.
F: tranquilízate... deja de llorar...
Cristian sentía la calidez del fuerte pecho de Francisco y luego de unos segundos se separó de él.
El varón miró a los ojos a Cristian y le dijo: no me gusta verte llorar... yo no quiero hacerte daño... entiende que si estoy molesto es por toda esta situación…
Sorbiendo sus lágrimas, el pelinegro expresó: te entiendo… y sé que tú eres un hombre bueno… ayúdame, por favor… habla con tu abuela, dile que yo no puedo ser tu doncel porque mi destino es servirle a Dios…
Sin contestar nada, Francisco se alejó de Cristian y salió de la habitación cerrándola nuevamente con llave.
Cristian se limpió las lágrimas y mirando hacia arriba oró: por favor Dios... ayúdame a salir de aquí... tú sabes que no soy culpable de nada... ayúdame...
**********
Entre tanto, Ricardo y Esteban llegaron a la capital del país y luego de bajar del tren, se dirigieron a algún lugar donde pasar la noche.
El pintor no contaba con muchos ahorros, por lo que llevó a Ricardo a una modesta posada.
Cuando entraron a la habitación que les asignaron, el rubio doncel no pudo disimular su disgusto al observar aquella vieja cama en la que tendría que dormir, además de las paredes maltratadas por el paso del tiempo y algunos muebles desvencijados.
Esteban preguntó: ¿no te gusta lo que ves?
R: es que este lugar se ve muy sucio y también huele mal...
E: huele a lo que huelen los lugares humildes... pero a ti te molesta porque estás acostumbrado a otra clase de vida...
R: pues sí... tú sabes que yo nunca he estado en sitios como este... ¿no podemos hospedarnos en un hotel mejor?
Esteban miró a los ojos del doncel y respondió: Ricardo, no tengo muchos ahorros... no quiero gastarlo en un hotel elegante... sólo pasaríamos la noche aquí y mañana buscaremos un lugar decente para rentar...
R: es que este sitio me da un poco de asco...
El pintor se acercó a la cama y sentándose en ella dijo: pues no entiendo por qué te da asco... las sábanas están limpias, no son tan blancas porque ya están viejas... los muebles tampoco son nuevos, pero no hay polvo en ellos, tú mismo puedes comprobarlo...
De pie frente a Esteban, Ricardo no dijo nada.
El pintor se levantó de la cama y dijo: está bien... vamos a un lugar más apropiado para ti...
Esteban se dirigió a la puerta, pero Ricardo lo detuvo: no, espera... tú tienes razón... discúlpame si te ofendí...
E: no me estás ofendiendo... sólo me haces ver que yo no puedo ofrecerte lo que tú te mereces...
El rubio tomó entre sus delicadas manos el rostro de Esteban: perdóname por favor... lo único que yo quiero es estar junto a ti... no importa si es en un castillo o en una posada como esta...
Esteban se alejó y dijo con un tono de angustia: es que tengo miedo que llegue el día en que te arrepientas de haberte fugado conmigo.
R: te aseguro que eso no sucederá... estoy seguro que saldrás adelante como pintor y algún día podremos vivir mucho mejor...
E: te prometo que me esforzaré para darte lo que te mereces... quiero darte lo mejor...
R: lo mejor para mí eres tú...
Ricardo besó los labios de Esteban, quien respondió apasionadamente a la caricia.
Al sentir la cercanía del cuerpo de Esteban, Ricardo sentía que olvidaba su malestar y se abría un mundo de ilusiones para él.
El rubio tomó de la mano al pintor y lo jaló hacia la vieja cama.
Esteban sonrió y empujó suavemente a Ricardo... los besos y las caricias no se hicieron esperar... ambos jóvenes se deseaban mutuamente y el calor de sus cuerpos hizo que la ropa estorbara, por lo que se desnudaron rápidamente.
Acariciando con sus manos cada rincón del cuerpo de Ricardo, Esteban le dijo: eres tan bello... aún no entiendo cómo te fijaste en mí...
Ricardo respondió mientras acariciaba el fuerte pecho del varón: me enamoré de tu pasión por la libertad, de tus sueños y de tu sencillez...
El rubio abrió sus piernas para permitir que el varón se colocara en medio de ellas.
R: necesito tenerte dentro de mí... hazme tuyo... hazme sentir que sólo tú y yo existimos y que no importa nada más...
Cegado por la lujuria, Esteban besó los labios de Ricardo al tiempo que enterraba su hombría en el agujero del rubio...
R: aghhhhhhh...
Los gemidos de Ricardo comenzaron a llenar esa humilde habitación... el rubio se aferraba a las sábanas soportando las embestidas de su amante y deseando que la noche pasara pronto para alejarse de esa posada que tanto le desagradaba.
**********
Y en la mansión Valencia, Francisco se servía otra copa de whisky dentro del despacho... esta era la sexta copa que se tomaba de un solo sorbo.
Sus confusos pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de su abuela.
T: ¿qué haces aquí? deberías estar en tu cuarto con tu doncel... esta es tu noche de bodas...
Francisco dejó la copa en el escritorio y respondió: no puedo hacerlo...
La anciana cuestionó: ¿qué es lo que no puedes hacer?
F: no puedo acostarme con ese chico...
T: ¿acaso te desagrada tanto?... no lo veo nada feo...
F: no es por eso... Cristian es muy bello, pero él no quiere...
Teresa habló con voz fuerte: no se trata de lo que él quiera... se trata de ti, de nuestra familia...
F: pero es que Cristian no sabía nada... Magdalena te mintió... Cristian no aceptó sustituir a su hermano...
La anciana sonrió: no me extraña que Magdalena haya mentido una vez más... pero yo ya pagué por un doncel para ti... le compré a Magdalena uno de sus hijos y ese chico tiene que cumplir con sus deberes como tu esposo...
F: pretendes que lo obligue a acostarse conmigo... ¿quieres que lo viole?
T: no sería ninguna violación… ese doncel se casó contigo y tiene que cumplir con sus deberes...
Francisco vociferó: me casé con Ricardo no con Cristian... ese doncel no es mío...
T: sí lo es porque lo compré... su madre me lo vendió…
Francisco miró a su abuela sin contestar y acercándose a su nieto, la anciana agregó: lo que queríamos es un doncel que te dé hijos... nuestra familia está en riesgo, necesitamos herederos que preserven el apellido Valencia... no te das cuenta que si a ti te pasara algo, nuestra fortuna pasaría a manos de quién sabe quién...
F: y sólo por eso quieres que le arruine la vida a ese pobre doncel que está en mi cuarto...
T: no estás arruinando su vida... ese doncel fue vendido por su madre... te aseguro que a tu lado estará mejor que con esa bruja de Magdalena...
F: pues me niego abuela... no voy a forzar a Cristian a estar conmigo... aunque lo conozco poco, me agrada lo suficiente como para hacerlo sufrir...
Teresa sonrió sarcásticamente: pues si te agrada tanto, hazlo tuyo de una vez... porque si ese doncel sale de esta casa, sólo le espera la miseria...
F: ¿por qué lo dices?
T: porque haré que su madre vaya a la cárcel... ella me debe lo suficiente como para despojarle de su casa y pisotear el buen nombre de los De Aragón...
Molesto, Francisco respondió: no serías capaz de eso abuela...
T: soy capaz de eso y mucho más... nadie se burla de mí y si Cristian no acepta ser tu doncel, entonces su madre y él mismo pagarán las consecuencias...
F: pero abuela, yo te estoy pidiendo que...
Teresa interrumpió: no, soy yo la que te pide a ti... te exijo que cumplas con lo que me prometiste... dame esos bisnietos que necesito para morir en paz... para morir sabiendo que la familia Valencia seguirá viva por muchas generaciones...
Francisco se agarró la cabeza con desesperación: pero es que abuela, yo...
La anciana tomó el rostro de su nieto y mirándolo a los ojos dijo: no seas un hombre de carácter débil... como cabeza de esta familia haz lo que sea necesario para preservarla... ahora ve y cumple con tu deber, haz tuyo a ese doncel y asegúrate de preñarlo... asegúrate de engendrar esta misma noche al futuro heredero de los Valencia...
F: me niego a engendrar a un hijo en estas condiciones…
T: el amor vendrá después y si no logras amarlo nunca no importa… ya después encontrarás alguien a quien querer, Cristian solo deber servirte para lo que sirven los donceles, para tener hijos y saciarte las ganas…
Sin decir nada, Francisco se sirvió otra copa de whisky y la bebió de un solo trago ante la mirada fija de su abuela.
**********
Dentro de la habitación de Francisco, Cristian seguía esperando con impaciencia.
De repente, sus ojos toparon con una rosa que estaba sobre un buró al lado de la cama.
El pelinegro se acercó y tomando la rosa entre sus manos, aspiró el olor de la flor... ese dulce aroma le hizo recordar el día que Francisco le regaló aquella rosa.
Con una leve sonrisa, el doncel pensó: Francisco es un buen hombre... estoy seguro que él me va ayudar a salir de aquí...
Embriagado por el olor de la rosa, Cristian ni siquiera se percató que Francisco había entrado al cuarto.
El sonido de la puerta al cerrarse trajo de vuelta a Cristian, quien al ver al ojiazul se acercó rápidamente.
C: ¿qué pasó? ¿hablaste con tu abuela?
El varón no respondió, sólo miraba fijamente al doncel.
C: ¿qué pasa? ¿por qué me ves así?
Nuevamente, Cristian no recibió respuesta... únicamente sintió como era tomado de la cintura y atraído bruscamente hacia el cuerpo del varón.
C: ¿qué tienes Francisco? Suéltame, por favor… suélt…
Sin darle tiempo a seguir hablando, Francisco se apoderó de los labios del doncel pegando su boca a la del pelinegro.
Cristian sólo sintió los carnosos labios del varón unidos a los suyos... intentó separarse inmediatamente, pero el ojiazul lo tenía apresado en sus brazos impidiéndole cortar esa ardiente caricia.
El doncel soltó la rosa que cayó de sus manos al suelo mientras que sentía que su boca era invadida por la caliente lengua de Francisco.
Cristian gimió intentando separarse del ojiazul, pero le era imposible: mmm ghhhmm…
El varón no podía evitar sentir el gozo de al fin probar esos dulces labios que había deseado desde la noche de máscaras.
El ojiazul sabía que esos labios eran vírgenes, igual que todo el atractivo cuerpo del pelinegro… sabía que los labios de Cristian eran acariciados por primera vez y era él quien le robaba esa experiencia inolvidable para cualquier persona... era inevitable para Francisco disfrutar del primer beso con Cristian, su doncel.
Continuará...

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