Esteban, un joven pintor de estrato social bajo, llegó hasta la casa de la familia De Aragón.
De pie frente al gran portón, observó ese lujoso hogar, tan diferente a los lugares donde él ha vivido.
El ojiverde sabía que dentro de esa ostentosa casa estaba Ricardo, su novio, un doncel de clase alta que en tan solo unos meses le había cambiado la vida.
Con decisión, el joven decidió tocar la campanilla para que alguien le abriera... estaba dispuesto a hablar con la madre de Ricardo, pero dudó por unos instantes y las memorias llegaron a su mente... recordó cómo inició todo...
Flashback
Era un domingo soleado cuando Esteban sentado en una de las bancas de la plaza central de Santo Domingo miraba a las personas pasear... tenía un mes de llegar a este pueblo con la intención de ganar dinero para viajar a la capital del país, donde tendría más oportunidades para desarrollarse como pintor.
De momento, se dedicaba a dibujar retratos a lápiz, los cuales vendía a los paseantes... con lo que ganaba, obtenía lo necesario para comer y hospedarse en una discreta pensión ubicada a orillas del pueblo.
Parecía que este sería un día común, pero el destino tenía otros planes para el joven pintor... de pronto sus ojos verdes se posaron en una persona, un doncel que junto con su madre salían de la iglesia.
Desde que lo vio, Esteban se maravilló con la belleza de ese chico rubio, elegante y sensual.
El doncel y su madre se detuvieron para platicar con una mujer y otro doncel, pero para Esteban en esos momentos no existía nadie más que ese chico de cabellos de oro.
El pintor sacó papel y lápiz para plasmar en un dibujo la belleza de ese rubio que lo había cautivado... por un momento sintió que el doncel lo observaba y puso mayor énfasis para crear magia con sus manos y hacer uno de sus mejores retratos.
El bello rubio que cautivó a Esteban era Ricardo De Aragón, quien más tarde en su casa disfrutaba de una taza de té junto con Magdalena, su madre.
Una de las sirvientas entró y dijo: joven Ricardo, su amigo Ariel lo busca...
R: ¿Ariel? pero si acabo de verlo a la salida de la iglesia, ¿qué querrá?... voy a verlo, con permiso mamá...
El ojiverde se encontró con su amigo, un doncel de su misma edad y clase social.
R: hola Ariel, me sorprende que estés aquí... acabamos de vernos en la plaza... ¿ocurre algo?
A: pasa que después de vernos le pedí a mi mamá que me hicieran un retrato... no sé si te fijaste, pero en la plaza hay un pintor que hace retratos a mano y es muy bueno...
R: mmm... sí, creo que lo vi, pero viniste para contarme que te hiciste un retrato...
A: no, es que después que ese joven pintor me hizo el retrato me preguntó si yo era tu amigo...
R: y por qué te preguntó eso... ¿acaso me conoce?
A: pues porque nos vio platicando fuera de la iglesia... el caso es que me dio esto para ti...
Ariel sacó de su chaqueta un papel enrollado y atado con un listón de color verde...
R: ¿qué es esto?
A: descúbrelo tú mismo...
El ojiverde desenrolló el papel y se sorprendió al encontrar su rostro dibujado totalmente a lápiz... en la parte inferior de la hoja había algo escrito...
Decía "para el ángel de cabellos de oro, de Esteban Domínguez".
Ariel preguntó: ¿qué te parece? creo que cautivaste a ese pintor...
Con un tono altivo, Ricardo contestó: no me sorprende... no sería el primer hombre que halaga mi belleza...
A: pero sí el primero que te hace un dibujo... creo que deberías agradecerle...
R: ¿estás loco? lo que este pintorcillo hizo es un atrevimiento... yo soy un doncel de buena cuna y él no es más que un artista callejero... debería ubicarse y no poner sus ojos en quien está más allá de lo que él puede aspirar...
Ariel sonrió y dijo: pues como sea, pero el pintor está guapísimo... ya quisiera yo que alguno me regalara un detalle tan lindo...
Ricardo no contestó y más tarde en su habitación observaba con detenimiento su retrato... la verdad es que sí se había fijado en el pintor cuando salió de la iglesia... el rubio sonrió al pensar lo que había provocado en ese varón.
Unos días después, Esteban se encontraba sentado en el mismo lugar de la plaza cuando sus ojos vieron acercarse a quien había nombrado "ángel de cabellos de oro".
Ricardo habló con seguridad: buenos días Esteban...
El castaño se quedó mudo.
R: ¿qué pasa? ¿no te llamas Esteban?
E: s-sí, disculpe... así me llamo, Estaban Domínguez, mucho gusto...
El pintor extendió su mano derecha, pero el rubio no correspondió al gesto y únicamente dijo: yo soy Ricardo De Aragón...
Esteban bajó su mano y preguntó: ¿en qué puedo servirle señorito?
R: quiero agradecerte por el dibujo que me enviaste... creo que tienes mucho talento...
El castaño respondió: no tanto... porque no pude plasmar en ese dibujo la totalidad de su belleza... ese dibujo palidece y es sólo una mínima sombra ante la hermosura de su rostro...
Ricardo no pudo evitar sonreír coquetamente ante las palabras del joven.
R: ¿te han dicho que eres demasiado atrevido?... decirle eso a un doncel como yo sobrepasa los límites de la cortesía...
E: no es descortés decir la verdad... ¿o acaso nadie le ha hecho ver lo hermoso que es?
R: sí, muchos lo han hecho... pero no es de eso de lo que vine a hablar contigo...
E: ¿entonces?
R: como te dije, te considero alguien talentoso y... me gustaría que me hicieras un retrato, pero a colores... hecho con pinceles y en un lienzo... creo que mi belleza merece ser inmortalizada en un cuadro ¿no crees?
E: por supuesto que lo creo y será para mí un honor pintarlo...
R: por el dinero no te preocupes... quiero que uses el mejor lienzo y las mejores pinturas....
E: perfecto... ¿cuándo quiere que comencemos a trabajar?
R: cuando tú me digas... sólo tengo un problema... no puedes hacerme el retrato en mi casa, quiero que ese cuadro sea una sorpresa para mi mamá... ¿podemos trabajar en tu taller?
Esteban sonrió y contestó: no tengo taller, yo no soy de este pueblo... me hospedo en una modesta pensión...
Ricardo respondió: no importa... dame la dirección y ahí estaré mañana mismo...
Y como las tormentas que se presentan de manera inesperada, así comenzaba la relación de dos jóvenes de mundos diferentes y opuestos.
El doncel rubio aprovechaba las libertades que su madre le concedía para ir todos los días a la pensión donde Esteban trabajaba en su pintura.
Una hora diaria bastaba para que entre los dos surgiera espontáneamente un lazo que poco a poco rebasaba los límites entre un pintor y su inspiración.
Mientras Esteban trabajaba cada detalle de la pintura con gran esmero, Ricardo admiraba la pasión que el artista imprimía en su obra.
R: Esteban ¿tienes familia?
E: sí, mi papá y dos hermanos mayores... ellos viven en un pueblo lejano...
R: ¿y no los extrañas?
E: un poco, pero no lo suficiente como para abandonar mi sueño...
R: ¿cuál es tu sueño?
E: quiero ser un gran pintor, reconocido por todos... por ello, he viajado desde mi pueblo con el fin de llegar hasta la capital...
R: ¿quieres ir a la capital?
E: sí, allá hay más oportunidades para los artistas como yo... ¿tú conoces la capital?
R: sí, he ido sólo dos veces... a mi mamá no le gusta viajar mucho...
E: qué raro... si tienen dinero ¿por qué no lo hacen?
R: pues no sé...
E: quiere decir que yo que soy más pobre que tú, conozco mucho más... he pasado por muchos pueblos y conocido muchos lugares...
R: sí, pero supongo que no la has pasado bien... tu vida es como la de un nómada...
E: si te refieres a que no lo paso bien porque viajo con carencias, te equivocas... gracias a mi trabajo siempre tengo un techo donde dormir y algo para comer... eso es todo lo que necesito para vivir y ser feliz...
R: pues yo no podría ser feliz de esa forma... en la vida se necesita mucho más que sólo techo y comida...
Esteban sonrió y sin dejar de pintar respondió: eso es lo que te han enseñado y no te culpo... ustedes los ricos son como pájaros dentro de una jaula... viven presos de sus ambiciones y normas sociales... quizás están en una jaula de oro, pero es una jaula al fin...
Ricardo contestó con soberbia: estás en un error... yo no estoy preso, soy libre de hacer lo que quiera...
E: ¿así? eso quiere decir que si te lo pido, esta noche puedes quedarte a dormir aquí y no hay problema... ¿tu madre no te reprenderá?
R: una cosa es que sea libre y otra que me comporte de manera indebida...
Esteban dejó de pintar y se acercó al rubio, quien sentado en una silla no pudo disimular su nerviosismo ante su cercanía con el hombre.
E: no te engañes Ricardo... la verdadera libertad es dejarnos llevar por nuestros instintos sin vivir encadenados a las presiones sociales o morales...
Al tener tan cerca de él al pintor, Ricardo deseó besar sus labios, apretarlo contra su cuerpo y pedirle que lo llevara a conocer el límite de sus pasiones, pero no lo hizo.
Esa misma noche, Ricardo pensaba acostado en su cama: él tiene razón, yo no soy libre...
El rubio sentía un calor que recorría todo su cuerpo y mientras con una de sus manos tocaba sus sensuales labios, recordaba las palabras de Esteban y se decía a sí mismo: para ser libre debo dejarme llevar por mis instintos...
Al día siguiente, Esteban continuaba con su pintura y esta vez fue Ricardo, quien se acercó a él... rozando con su mano la espalda del pintor observó su retrato.
E: ¿te gusta cómo está quedando?
R: sí... aunque aún le falta mucho...
E: es que no encuentro algunos tonos... se me dificulta elegir el color adecuado para pintar tus bellos ojos...
Ricardo se alejó un poco del castaño y preguntó: me has dicho que mi rostro es hermoso, pero nunca has hablado de mi cuerpo... ¿crees que también es bello?
Esteban detuvo sus pinceladas para mirar fijamente al rubio y contestó con voz gruesa: creo que todo tú eres una obra de arte...
Ricardo sonrió y sin despegar la mirada del pintor dijo: lo he pensado y me gustaría que no sólo pintaras mi rostro sino todo mi cuerpo...
E: ¿todo tu cuerpo?
El doncel habló con sensual voz: sí, todo mi cuerpo... desnudo...
El semblante del pintor cambió al ver que Ricardo comenzó a desabotonarse la chaqueta que llevaba puesta, para después despojarse de su camisa y quedar con el torso descubierto.
Los ojos del castaño se dilataron al contemplar esa delicada piel blanca como la porcelana... esos pezones rosados que subían y bajaban por la respiración agitada de su dueño.
Cediendo a sus pasiones, el doncel se quitó el pantalón y la ropa interior para quedar totalmente desnudo ante la mirada del artista.
El pintor estaba embelesado admirando la tentación que posaba frente a sus ojos y sintió que la excitación llegaba a su entrepierna.
Sonriendo, el doncel preguntó: ¿te gusta lo que ves? ¿sigues creyendo que soy una obra de arte?
El hombre se acercó lentamente al joven y dijo: eres mejor que cualquier escultura griega... tu cuerpo ha sido tallado por un Dios...
De pronto, Esteban se sintió borracho por el olor que desprendía ese doncel... se acercó a su cuello para aspirar su aroma y lo besó... sus labios fueron marcando un sendero hasta los labios del rubio, quien aceptó la caricia rindiéndose al placer.
La boca de Ricardo recibió apasionadamente los labios del castaño, que lo succionaba como si de ese beso dependiera su vida... la lengua del hombre se internó en la cavidad del doncel, que era invadido por un calor que nacía desde lo más hondo de su interior.
Esteban cortó la caricia y dijo: espera... ¿estás seguro de esto?
Ricardo acercó sus labios al oído del pintor y susurró: ahora soy yo quien te pide que te dejes llevar por tus instintos...
Esas palabras fueron lo que Esteban necesitaba para ceder a su lujuria... atrajo con ímpetu el cuerpo del doncel y sus manos le apretaron las nalgas provocando que el rubio gimiera por la atrevida caricia.
Ricardo sintió que era empujado al humilde lecho y vio a Esteban despojarse rápidamente de sus prendas hasta quedar desnudo.
También para el rubio se abrían las puertas del paraíso... con el corazón latiéndole muy fuerte apreció la musculatura del pintor, su pecho fuerte y abdomen esculpido... sus piernas gruesas y velludas, pero lo que más llamó su atención fue la hombría del castaño... era un pene de grosor mediano, pero largo y enmarcado por unos testículos abultados.
Ricardo comprobó que la virilidad de un hombre es muy distinta a la de los donceles, cuyo miembro es más pequeño y delicado... sin duda, no la pasaría del todo bien.
Pero los pensamientos del rubio fueron abrumados por el candente contacto de Esteban, que se subió sobre él para besar su rostro, su pecho, su abdomen y morder cada uno de sus pezones.
El doncel sintió que cada centímetro de su piel se erizó al sentir los dientes del macho morder sus rosados botones.
El calor en el cuerpo del rubio incrementó y fue inevitable que su entrada comenzara a humedecerse preparándose para recibir a quien sería su desflorador.
Esteban, un experto en el arte amatorio, dirigió su mano derecha a la entrada del rubio, metió uno de sus dedos percibiendo la humedad en el caliente orificio y dijo: ya estás preparado para recibirme... ábrete para mí...
Con las mejillas rojas por la excitación, Ricardo abrió sus piernas y permitió que Esteban se colocará en medio de ellas... vio que el hombre posicionaba su falo en la entrada de su culo y cerró los ojos, pues ya sabía lo que vendría.
Embriagado de lujuria, Esteban enterró su verga en la abertura del rubio que gritó al sentir la primera estocada.
Ricardo abrió los ojos desorbitadamente: aghhhhhhhhhh...
El macho se fue adentrando en el estrecho canal hasta que sintió que algo detenía su paso... era el himen del doncel que impedía la entrada del invasor.
Esteban miró a los ojos de Ricardo y preguntó: ¿aún eres virgen?
Soportando estoicamente el dolor de su primera vez, el rubio respondió: sí, tú eres el primer hombre en mi vida... por favor no te detengas... hazme tuyo ah ah ah...
El hombre no pudo evitar sentirse orgulloso de ser el primero en tocar ese bello cuerpo, de ser él quien le arrebataba la virginidad a ese hermoso doncel.
Con fuerza, Esteban incrustó su miembro rompiendo la barrera que le impedía poseer totalmente al rubio.
Cuando el castaño sacó su pene de la intimidad del doncel vio la sangre que salía del culo de Ricardo y que manchaba las sábanas de su cama.
A partir de ese momento, Esteban perdió la cordura y embistió al doncel con pasión desatada haciendo chocar sus huevos con las nalgas del rubio, que gritaba envuelto en un remolino de éxtasis.
R: ah ah ah ah aghhhhh...
E: nunca podrás olvidarme, haré que siempre recuerdes este momento...
Ricardo no pudo contestar, sólo veía con los ojos nublados el cuerpo ardiente y sudoroso de Esteban moviéndose y penetrándolo.
El doncel era llevado a la cúspide del placer: ahhhhhhhhhhhhh...
Fin del flashback
Habían pasado pocos meses juntos, pero a Esteban y Ricardo seguía uniéndolos la pasión y las ansias de libertad... un día antes, el doncel le envió una carta al pintor avisándole que su madre descubrió todo y lo mantenía encerrado... el castaño no estaba dispuesto a soltar a quien consideraba el mejor amante de su vida.
Esteban tocó la campanilla del portón de la casa De Aragón y minutos después estaba frente a Magdalena, la madre de Ricardo.
E: buenas noches señora... soy Esteban Domínguez y necesito hablar con usted...
La mujer vio de pies a cabeza al joven, quien aunque vestía bien, la calidad de su ropa reflejaba la humildad de su origen.
M: ¿Esteban? así que tú eres el supuesto enamorado de mi hijo Ricardo...
Con voz firme, el ojiverde respondió: sí señora y permítame decirle que estoy realmente interesado en su hijo... si me da permiso, quisiera tratar más a Ricardo y que usted también me conociera para...
El discurso de Esteban fue interrumpido por la estridente risa de Magdalena.
M: jajajajajajajajaja... esto es una broma ¿verdad?
E: estoy hablando totalmente en serio...
La mujer respondió con un tono severo y frío: no puedo creer que un pelagatos como tú se atreva a venir a mi casa y decir esta sarta de estupideces…
E: no son estupideces...
M: por supuesto que lo son... ¿no te das cuenta de lo que eres?... un donnadie que nunca podría aspirar a alguien como Ricardo... mi hijo está acostumbrado a lo mejor... tú no puedes ofrecerle nada...
E: puedo ofrecerle amor y libertad...
M: de amor no se vive y de libertad menos... lo único que importa es el dinero y tú no tienes lo necesario para que un doncel como Ricardo sea tu esposo...
Esteban miró a los ojos a Magdalena y dijo: de manera que para usted, Ricardo es un objeto que se vende a quien tenga más dinero para comprarlo...
M: Ricardo vale todo el oro del mundo y no se va desaprovechar con un muerto de hambre como tú...
Harto de las ofensas, Esteban contestó: pues este muerto de hambre es el hombre que su hijo ama...
M: ¿amarte? no seas ridículo... mi hijo no te ama, eres tú quien lo ha embaucado con quién sabe qué cosas...
E: su hijo me ama y me lo ha demostrado cuando hacemos el amor...
Furiosa, Magdalena le dio una fuerte bofetada a Esteban: nunca vuelvas a repetir eso... si lo haces te juro que te meto a la cárcel... yo pertenezco a una de las familias con más abolengo en este pueblo... puedo mandarte a la cárcel ahora mismo si quiero...
Esteban vociferó: hágalo, eso no borrará lo que su hijo y yo hemos hecho...
M: lárgate de mi casa ahora mismo y no vuelvas, tu simple presencia ensucia este lugar... aléjate de mi hijo y no te atrevas a pensar en él... nunca será tuyo… escúchame bien, nunca será tuyo...
Esteban comprendió que no ganaría nada con seguir en esa casa, por lo que decidió retirarse, pero antes de salir vio a la ambiciosa mujer y le dijo…
E: pobre de Ricardo, lo compadezco por tener a una madre como usted...
Magdalena vociferó: lárgate... muerto de hambre, basura, pobre diablo...
Esteban salió de esa casa con la dignidad hecha pedazos... nunca creyó que recibiría tan mal trato.
Con pasos apesadumbrados, se dirigió a la calle sin voltear a mirar hacia atrás y sin imaginar que desde la ventana de su cuarto era observado por Ricardo.
El rubio se había asomado por su ventana y vio a su pintor por lo que comenzó a gritar: Esteban, Esteban, estoy aquí... Esteban...
Ricardo quería abrir sus ventanas, pero estaban selladas... realmente parecía estar dentro de una jaula...
Ricardo gritaba llamando a Esteban, pero era en vano... el pintor se había ido sin percatarse que el doncel clamaba por su ayuda.
De pronto, la puerta del cuarto de Ricardo se abrió y Magdalena entró.
M: deja de gritar... ese hombre no volverá nunca más... en dos semanas tú te casarás con Francisco Valencia, ya no hay marcha atrás...
Llorando, el rubio gritó: ¿por qué mamá? ¿por qué me odias tanto? ¿por qué quieres destruir mi vida?
M: es al contrario, quiero asegurar tu felicidad...
R: mi felicidad está al lado de Esteban...
M: ese hombre sólo te llevará a la miseria, a pasar hambre ¿no lo entiendes?
Ricardo intentó salir corriendo, pero la mujer lo detuvo y bruscamente lo arrojó a su cama.
El doncel sollozaba amargamente y Magdalena puso su mano sobre el hombro de su hijo menor.
M: entiende que sólo quiero lo mejor para ti...
R: ¿por qué yo? ¿por qué tengo que ser yo? ¿por qué no casas a Cristian con Francisco?... él también es tu hijo y también asegurarías nuestro futuro...
La mujer tomó el mentón del rubio y contestó: porque toda la fortuna de los Valencia tiene que ser para ti... para mi hijo favorito... tú tienes que ser el esposo de un hombre millonario y no Cristian... lo mejor tiene que ser para ti, sólo para ti...
Con el rostro bañado en lágrimas, Ricardo veía la mirada fría de su madre... aunque se resistiera no podía liberarse de las cadenas que esa mujer representaba en su vida.
**********
Al día siguiente, Magdalena y Cristian desayunaban tranquilamente.
M: veo que ya te sientes mejor después de lo que pasó...
C: por favor mamá... no me hagas recordar, aún me da vergüenza pensar en esa prueba...
M: sí, disculpa... será mejor que no volvamos a tocar el tema...
C: te lo agradezco...
M: hijo, quiero pedirte un favor...
C: ¿de qué se trata?
M: quiero que vayas a la mansión de los Valencia...
C: ¿para qué?
M: para que le entregues esta carta al prometido de tu hermano...
La mujer sacó un sobre de su vestido y se lo entregó a Cristian...
C: ¿una carta?
M: sí, debes entregarla a Francisco y decirle que se la envió Ricardo... yo misma escribí la carta, pero le haremos creer que es tu hermano quien lo hizo...
C: pero mamá ¿por qué haces esto?
M: porque Ricardo se niega a verlo y al menos de esta forma, ese muchacho creerá que tu hermano sí desea casarse con él... no quiero que por esta falta de comunicación, la boda vaya a suspenderse...
C: pero mamá, yo creo que...
M: no estoy pidiendo tu opinión Cristian... sólo te pido que hagas lo que te digo...
C: y ¿por qué tengo que ser yo quien lleve la carta?
M: porque entre hermanos existe confianza y complicidad, le dirás a Francisco que la carta te la dio Ricardo y ni siquiera yo sé de su existencia ¿entiendes?
El doncel pelinegro no estaba de acuerdo, pero no le quedó más que obedecer la orden de su madre.
**********
Mientras tanto en la mansión Valencia, doña Teresa platicaba con Francisco, su nieto.
T: en dos semanas te casarás con Ricardo De Aragón y aún tengo tantas cosas que hacer… quiero que tu boda sea un evento inolvidable en Santo Domingo…
Con voz ronca, el varón contestó: abuela, sabes que a mí no me gusta llamar la atención… ya acepté casarme con el doncel que elegiste para mí, te pido que no vuelvas de mi boda, un circo social…
T: te aseguro que no será un circo… eso sí, tengo que invitar a las mejores familias del pueblo, entiende que se casa el último heredero de los Valencia, no puedes hacerlo así nada más… tendrás una boda íntima, pero por todo lo alto…
Francisco miró a los ojos de la anciana y preguntó: abuela ¿por qué le das tanta importancia a nuestro apellido?
Acariciando su bastón, la mujer respondió: porque se lo prometí a tu abuelo… en su lecho de muerte, le juré que haría perdurar su apellido, el cual es uno de los más longevos en este pueblo… desafortunadamente, yo no pude darle a tu abuelo más hijos que tu padre, quien también solo tuvo un hijo, tú… por eso sobre ti llevas todo el peso de nuestro apellido…
El ojiazul inquirió: abuela, ¿estás segura que mi padre no tuvo más hijos aparte de mí? Después de todo si le fue infiel a su mujer con mi madre, pudo también serle infiel con alguien más…
Molesta por el cuestionamiento de su nieto, la anciana aseveró: no vuelvas a decir eso… no pienses que tu padre era un hombre inmoral que se acostaba con cualquiera… tu padre amaba a Margarita, su esposa, y también amaba a tu madre…
F: yo no creo que se puedan amar a dos personas… si mi padre no dejó a la que era su esposa, es porque la quiso más que a mi mamá…
Tras guardar silencio por unos instantes, Teresa reveló: tienes razón en tus suposiciones, Manuel, mi hijo, jamás se divorció de Margarita porque la amaba a pesar de su esterilidad… no sabes cuántas veces lo presioné para que la dejara… yo consideraba a Margarita una inútil por no darle descendencia a mi único hijo, pero luego la compadecí… debe ser horrible no poderle dar hijos al hombre que amas…
F: y por eso él buscó a mi madre para que le diera el hijo que no podía tener con la mujer que amaba… ¿nunca sospechaste de mi existencia? ¿supiste de mí hasta que mi padre murió?
T: por supuesto que yo sabía de ti… Manuel me hizo saber de tu existencia poco después que naciste, pero como ya había hecho sufrir tanto a Margarita por su esterilidad, tu padre me castigó negándome la posibilidad de verte crecer…
F: eso quiere decir que tú y mi papá no hablaban nunca de mí…
Acariciando la mejilla de su nieto, la anciana confesó: claro que hablábamos de ti, no mencionábamos tu nombre, pero no hacía falta… siempre que él se iba de viaje, regresaba con una gran sonrisa, era obvio que disfrutaba los momentos contigo y con tu madre… Margarita y yo lo sabíamos, sabíamos que Manuel te adoraba, aunque nosotras no te conociéramos… tú no puedes tener quejas de tu padre ¿o sí?
Con un nudo en la garganta, Francisco contestó: para mí fue el mejor papá del mundo, por eso me dolió tanto saber que yo era hijo de la “casa chica”… me duele pensar que mi padre solo me tuvo para preservar su apellido y que no quiso a mi madre…
T: no pienses eso… Manuel sí amaba a tu madre… el corazón de un hombre es distinto al de las mujeres o de los donceles, un hombre sí puede amar a dos mujeres o a dos donceles al mismo tiempo… tú eres hombre y algún día vas a entender a tu padre…
Francisco respondió con firmeza: no abuela, yo soy hombre, pero te aseguro que jamás haré lo mismo que hizo mi padre… yo creo en la monogamia, no creo que se pueda amar o estar casado con dos personas a la vez… estoy seguro que mi corazón nunca estará divido entre dos mujeres, ni entre dos donceles…
*********
Más tarde, Cristian llegó a la mansión de los Valencia... era la primera vez que entraba y se maravilló al ver la enormidad del lugar... era como cuatro veces más grande que su casa.
El joven se anunció y se quedó esperando en el amplio jardín de rosas de la mansión.
Mientras tanto, Francisco leía un libro en la biblioteca cuando una sirvienta le dijo: señor, tiene visita...
F: ¿visita? ¿quién?
Sirvienta: es un joven que dice ser el hermano de su prometido... se llama Cristian De Aragón y está en el jardín...
Al escuchar ese nombre, el ojiazul se puso inmediatamente de pie y dijo: ahora lo atiendo, puedes retirarte...
En cuanto la sirvienta salió, el varón se acicaló el cabello y caminó con garbo hasta donde lo esperaban.
Cristian, en tanto, se acercó para oler una de las rosas del jardín cuando escuchó unos pasos acercándose.
Rápidamente, se paró lo más derecho que pudo y sus ojos se abrieron grandemente al ver al hombre que estaba frente a él.
Con una sonrisa en los labios, Francisco vio la cara del doncel, quien mostraba sorpresa, pero aun así no perdía la ternura de sus rasgos.
Cristian reconoció al hombre que quiso invitarle un algodón de azúcar en la plaza y dijo: ¿usted?
Con voz ronca, el ojiazul respondió: buenas tardes señorito De Aragón... soy Francisco Valencia, encantado de conocerlo...
Sin salir de su asombro, Cristian sintió que el varón tomaba su mano derecha para besarla de manera caballerosa y galante...
Francisco sonrió y dijo: ¿se ha quedado mudo señorito?
Tartamudeando, el doncel contestó: di-disculpe... es que no sabía que usted era...
F: yo tampoco sabía quién era usted cuando de manera atrevida pretendí invitarle el algodón de azúcar... vuelvo a ofrecerle disculpas...
C: n-no, por favor... yo no me sentí ofendido, es sólo que no acostumbro a recibir regalos de desconocidos...
F: lo entiendo y halago su recato, pero dígame para qué ha venido a verme...
C: pues es que... le traigo una carta de mi hermano...
F: ¿de tu hermano? disculpa, ¿puedo tutearte?... es que eres muy joven y me incomoda ser tan formal contigo...
C: sí, hágalo, no hay problema...
F: también puedes tutearme... yo tampoco soy un viejo...
C: como gustes...
F: ¿dices que me traes una carta de Ricardo?
Cristian sacó el sobre de la bolsa de su pantalón y se la dio a Francisco...
C: Ricardo me pidió que te la entregara... ya que no ha podido verte porque está enfermo, quiere que sepas que está satisfecho con su compromiso al menos por escrito...
F: mmm... de manera que su enfermedad no le permite verme, pero sí puede escribir...
C: ehhh... sí, así es...
F: bueno, dame unos minutos para leer la carta…
Cristian asintió y vio que Francisco leyó la misiva... una vez que terminó, el hombre dijo: parece que tu hermano es muy maduro para la edad que tiene... por la forma de expresarse pareciera que esta carta la escribió alguien mayor...
Nervioso, el pelinegro respondió: s-sí... Ricardo es muy maduro...
F: ya veo, pues dale las gracias de mi parte... dile que todo lo que dice en esta carta me halaga y que deseo que pronto sea el día de la boda para por fin poder conocerlo...
C: yo le diré todo tal como me lo has dicho...
Francisco miró a los ojos de Cristian y agregó: siendo mi prometido el que me envía esta carta hay algo más que quisiera darle...
C: ¿qué cosa?
F: un beso, pero me pregunto si ese beso debo dártelo a ti para que tú se lo des a tu hermano...
Cristian sintió que un rubor cubría sus mejillas al escuchar las palabras del varón.
C: ¿c-cómo dices?
El ojiazul comenzó a reír: jajajaja... es una broma, no te preocupes... es sólo que quiero romper el hielo entre nosotros, después de todo pronto seremos familia... seremos cuñados...
C: a-así es...
En silencio, Francisco se quedó mirando fijamente al doncel contemplando cada uno de sus delicados rasgos.
Incómodo por el silencio y la mirada del varón, Cristian habló: ya tengo que irme... con tu permiso...
F: espera un segundo...
Rápidamente, Francisco cortó una rosa roja del jardín y se la ofreció a Cristian.
F: llévate esta rosa...
C: ¿es para mi hermano?
El ojiazul contestó: no, es para ti... te la regalo... gracias por venir a darme el mensaje de tu hermano...
Cristian tomó la rosa y sonrió nerviosamente...
...cuando sintió que el rubor en su rostro delataba la vergüenza que sentía, se alejó sin decir nada más.
Francisco sonrió al percatarse de la candidez de ese doncel... no entendía por qué, pero había algo que le atraía de quien muy pronto sería su cuñado.
**********
Cristian caminaba por las calles mientras olía el dulce aroma de esa rosa... nunca nadie le había regalado una flor, nadie antes había tenido un detalle como ese con él y es que desde pequeño ingresó al convento para prepararse a ser religioso.
El doncel se preguntaba por qué sentía esa alegría en su pecho luego de aceptar la rosa de un caballero.
Cristian estaba por llegar a su casa cuando sintió que era jalado del brazo por alguien.
El pelinegro fue arrinconado a una pared y se sorprendió al ver que quien lo sujetaba bruscamente era Esteban.
El castaño le dijo mirándolo a los ojos: Cristian, tenemos que hablar...
Continuará...
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