"Todo
se consigue con dinero", esa fue la frase que Gilberto De la Fuente
escuchó desde que era un niño... su padre la repetía constantemente y el pasar
de los años le demostraría que era verdadera.
Dueño de
una gran fortuna, Gilberto se acostumbró a comprar todo lo que podía con
dinero, incluso el afecto de quienes lo rodeaban... si quería algo lo
compraba... por ello él creó su propia frase: "todo tiene un precio".
Ahora
Gilberto tenía un nuevo capricho... un capricho llamado Ricardo De Aragón.
El doncel
tenía una deuda con el millonario varón y este estaba dispuesto a cobrar hasta
el último centavo... aunque no fuera precisamente con dinero.
G: si no
tienes dinero para pagarme, puedes hacerlo con tu cuerpo... abriéndome las
piernas puedes ganar mucho más de lo que me debes...
Sintiendo
su rostro arder, Ricardo contestó: eres un cerdo... jamás debí aceptar tu
ayuda... será mejor que me vaya...
El doncel
se dirigió a la salida cuando sintió que era tomado bruscamente por el brazo.
Gilberto
atrajo a Ricardo hacia su cuerpo y mirándolo a los ojos le dijo: vas a pagarme
lo que me debes ahora mismo... quítate la ropa o yo mismo te la arrancaré...
Ricardo
comenzó a temblar al sentirse atrapado e intentó liberarse, pero sólo logró que
Gilberto lo arrojara bruscamente a la cama.
Al
comprender las intenciones del hombre, el rubio intentó levantarse, pero fue
apresado por el cuerpo de Gilberto, quien se subió a la cama y se montó sobre
Ricardo inmovilizándole cada una de sus manos.
R: por
favor, no lo hagas... yo amo a Esteban, él es mi...
Con una
mirada llena de lujuria, Gilberto interrumpió: y será por él por quien vas
aceptar entregarte a mí... porque si huyes voy acabar con ese pintorcito de
cuarta...
Al escuchar
la ofensa hacia Esteban, Ricardo intentó liberarse nuevamente.
R: eres
un desgraciado, déjame ir... déjame...
El hombre
sonrió al ver que Ricardo luchaba por soltarse de su agarre, pero él era más
fuerte.
G: sí,
lucha por soltarte... me excito más cuando los donceles se resisten...
Sin
esperar más, Gilberto arrancó la camisa de Ricardo, descubriendo ese sensual
pecho de porcelana, el cual comenzó a acariciar y morder provocando gemidos en
el doncel, que luchaba por no ceder a sus instintos.
R: no me
toques... suéltame... déjame ir...
Sin hacer
caso a las súplicas del rubio, el hombre continuó descendiendo con sus caricias
hasta llegar a la cintura del doncel... Gilberto despojó a Ricardo de su
pantalón y su ropa interior para finalmente tenerlo desnudo frente a él.
Al sentir
su cuerpo sin ropa siendo recorrido morbosamente por la mirada de Gilberto,
Ricardo intentó cubrirse... era la primera vez que sentía vergüenza de su
figura.
G: eres
un doncel muy hermoso... sin duda, podrías sacar mucho dinero con tu cuerpo...
tengo varios amigos que pagarían lo que fuera por tenerte en su cama...
Nuevamente,
Ricardo intentó escapar, pero fue arrojado bruscamente al lecho por Gilberto,
quien también se quitó lo que tenía puesto para mostrar su desnudez sin pudor
ante el rubio.
Ricardo
no pudo evitar recorrer con la mirada, la figura de ese macho que mostraba una
potente erección entre las piernas.
El doncel
sintió terror al ver cómo Gilberto se subía a la cama mirándolo como un león a
punto de devorar a su presa.
El hombre
se metió entre las piernas del doncel y con su arma apuntando al objetivo, se
incrustó dentro de Ricardo sin ninguna preparación, sin ninguna delicadeza,
únicamente con deseo animal y primitivo.
R:
aghhhhhhhhhhh…
Ricardo
gritó al sentir la verga de Gilberto adentrarse en su intimidad, la cual
únicamente había sido invadida por Esteban.
Al sentir
que la boa de carne se abría camino entre los pliegues de su ano, Ricardo
recordó cuando fue desflorado por Esteban... qué diferente había sido aquel
momento... había dolor, pero también amor... mientras que ahora sólo era un
acto de pasión y lujuria.
Gilberto disfrutaba
enormemente empujar su miembro viril en el culo del doncel, pero gozaba aún más
ver el dolor reflejado en el rostro de Ricardo... sentía satisfacción de
humillar a ese doncel engreído y altanero.
Con los
ojos cerrados, Ricardo sentía cómo su intimidad era llenada por ese miembro de
grosero tamaño y grosor.
Una vez
que el trozo de carne dejó de entrar, Ricardo abrió los ojos y se encontró con
el rostro cínico de Gilberto, quien sonreía satisfecho de tenerlo totalmente
empalado y con los huevos chocando con sus nalgas.
Con
lágrimas en los ojos, Ricardo dijo: te odio...
Sin dejar
de sonreír, Gilberto respondió: perfecto... prefiero que me odies, porque así
no podrás sacarme de tu mente, nunca...
Gilberto
desenfundó su espada, sólo para volverla a introducir dando inicio a un
violento mete y saca.
Más que
gemir, Ricardo gritaba por el dolor de ser violado por un hombre que no le
tenía ninguna consideración, únicamente lo trataba con un muñeco para
autocomplacerse.
El doncel
suplicaba: no más... no más...
Cegado
por el deseo, Gilberto tapó la boca de Ricardo con una de sus manos sin dejar
de taladrar su maltrecha intimidad.
G: aunque
lo niegues, te gusta que te lo haga así... te gusta ser tratado como lo que
eres... una perra... una perra hambrienta de sexo...
Con el
rostro bañado en llanto y sin poder gritar, Ricardo sólo gemía soportando el
inmenso dolor.
R:
mmmhhhhggggggghhhhhh...
El rubio
se aferraba a las sábanas intentando que el dolor fuera menos, pero de nada le
servía... deseaba que ese terrible acto terminara pronto, pero Gilberto era un
experto amante y no quedaría satisfecho hasta saciar sus más bajos instintos.
Ricardo
tuvo que soportar las crueles embestidas del macho por muchos minutos, que le
parecieron siglos... hasta que después de sentir que Gilberto aceleraba sus
penetraciones, finalmente anunció su corrida.
G:
ahhh... voy a venirme... voy a venirme...
Y así
fue, el pene de Gilberto se engrosó aún más en el interior de Ricardo, para
después bañar las entrañas del doncel con abundante líquido seminal.
Al
percibir que su cuerpo era inseminado, Ricardo se sintió aún más humillado,
pero no podía hacer nada... la superioridad del macho lo había sometido y él ya
sólo era un doncel más en la amplia colección de Gilberto De la Fuente.
Una vez
que Gilberto terminó de eyacular, se arrojó pesadamente a un lado de Ricardo,
quien de inmediato cerró sus piernas y se acostó de lado evitando darle la cara
al hombre que acaba de violarlo.
Gilberto
aún resoplaba por la excitación del momento vivido y dijo: ahhh... tu culo me
dio tanto placer... vale cada centavo de lo que pagué por él... deberías de
darle mejor uso a lo que tienes...
Ricardo
no respondía, únicamente escuchaba y temblaba de rabia y dolor.
El hombre
añadió: bueno, ya estoy satisfecho y ahora quiero dormir... mañana tendré un
día largo... recoge tus cosas y lárgate... tu deuda ya está pagada...
Al
escuchar esas palabras, Ricardo sintió como si le escupieran en la cara, sin
embargo no se movió.
G: ¿no me
escuchaste?... lárgate ya... jamás dejo que mis putas duerman en mi cama...
Sin
aguantar más las humillaciones, Ricardo se incorporó de la cama soportando el
gran dolor que tenía en su intimidad y sintiendo cómo el semen del macho se
escurría entre sus piernas.
Gilberto
sonrió complacido al ver a Ricardo vistiéndose rápidamente para marcharse.
En cuanto
el doncel estaba a punto de salir por la puerta, el hombre dijo: espera...
Gilberto
tomó la cartera de su buró y sacó varios billetes de alta denominación.
G: toma,
llévate esto... es para el taxi y también tu propina...
Ricardo
cerró sus puños deseando abalanzarse sobre el lujurioso hombre y pegarle, pero
no estaba en posición de hacerlo... por primera vez en su vida, él era quien
tenía que agachar la cabeza.
Al ver
que Ricardo no se movía, Gilberto arrojó los billetes al suelo y dijo: tómalos
o vete de una vez... tú decides...
El hombre
se acostó para dormirse sin decir más... por un momento, Ricardo pensó en irse
sin el dinero, pero recordó que Esteban no podría trabajar en un buen tiempo,
por lo que se agachó para tomar los billetes y guardarlos dentro de su
pantalón.
Ricardo
se fue y dentro de su cama, Gilberto sonrió al notar que se había llevado los
billetes... minutos después, el hombre se durmió muy satisfecho.
Poco
tiempo más tarte, Ricardo regresó a su humilde vivienda y entró para
encontrarse con Esteban durmiendo... el pintor no había notado la ausencia del
doncel.
Ricardo
se acercó a Esteban y lo observó dormir por largo tiempo... después comenzó a
desvestirse para acostarse y al quitarse el pantalón sacó los billetes que
Gilberto le había dado.
El rubio
arrugó los billetes lleno de coraje y se metió al baño rápidamente para dar
rienda suelta a su dolor.
Sentado
en una esquina, el doncel lloró hasta que no salían más lágrimas de sus ojos...
era un llanto mezcla de dolor, ira e impotencia... esa noche, Ricardo De Aragón
había vivido la mayor humillación de su existencia y no podría olvidarlo jamás.
**********
Otro día
llegó en el pueblo de Santo Domingo y Cristian se encontraba en la cocina de la
mansión Valencia bebiendo un vaso de agua cuando doña Teresa entró.
El doncel
dijo: buenos días señora...
Caminando
firmemente con su bastón, la agria mujer respondió: es un milagro verte en la
cocina... ¿cuándo será el día que te vea preparando algo de comer para tu
marido?
C: lo
siento, pero no sé cocinar...
Con un
gesto de sarcasmo, la anciana contestó: ja... qué buena educación les dio tu
madre... tú, un doncel que no sabe cocinar y el otro... bueno, del otro mejor
ni hablemos...
Queriendo
evitar una discusión innecesaria, Cristian pensó que lo mejor era retirarse:
con permiso señora, será mejor que me vaya...
T: espera
Cristian... no pienses que esto te lo digo porque te desprecie o quiera
amargarte el día... si lo hago es por tu bien...
El doncel
se detuvo en el marco de la puerta de la cocina y cuestionó: ¿por mi bien?
T: sí...
aunque has sido esquivo conmigo... desde que llegaste a esta casa te he
observado... he visto cómo mi nieto te mira y cómo cede ante ti... eso sólo
puede ser porque a pesar de todo eres un buen doncel... creo que el que Ricardo
se haya ido, fue algo bueno para mi nieto... creo que tú eres un mejor doncel
que tu hermano...
Cristian
se extrañó ante las palabras de la anciana sin alcanzar a comprender lo que
ella quería decirle.
C: no la
entiendo señora...
T:
Cristian, creo que eres un buen doncel... eres atractivo y serio, pero eso no
es suficiente para retener a un hombre... Francisco es un hombre que cualquier
mujer o doncel desearía... si tú no eres más cariñoso con él, si no te muestras
más interesado por complacerlo, él terminara por buscar en alguien más lo que
no encuentra bajo su casa...
C: doña
Teresa, recuerde que yo...
La
anciana chocó su bastón con el suelo e interrumpió al doncel: no, déjame
terminar... ya sé lo que vas a decirme, que tú no pediste nada de esto y que te
educaron para otro tipo de vida... eso ya lo sé... pero las cosas son como son
y tú ya no puedes cambiarlas... tú ahora eres el doncel de mi nieto y tu única
responsabilidad es preservar el apellido de esta familia... dentro de ti
deberás llevar al futuro heredero de todo esto...
Cristian
se acercó a la mujer y dijo: ¿por qué me atormenta con eso doña Teresa? ¿por
qué me hace sentir como un objeto que por lo único que vale es por quedar
embarazado?
T: porque
para eso te compré para mi nieto... pero a pesar de todo, deseo que Francisco
sea feliz a tu lado y no podrán serlo si tú no pones de tu parte...
Cristian
vociferó: ¿y qué quiere que haga? yo fui educado para ser religioso... para
servirle a Dios y no a un hombre... no sé qué hacer en esta situación...
T: sé más
complaciente o Francisco terminara por buscar las caricias de alguien más... y
entonces sí que vivirás un calvario... el calvario de vivir dentro de una casa
en la que no eres más que un objeto de procreación... porque habrás de tener
los hijos de Francisco, eso es un hecho, pero si sigues comportándote como
hasta ahora, no tendrás su corazón... y un día terminarás por arrepentirte de
no haber hecho nada por ganártelo...
Cristian
no supo qué responder y vio cómo la mujer caminó rumbo a la salida de la
cocina... de repente, un mareo casi la hace desfallecer.
Asustado,
Cristian sostuvo a la anciana y le dijo: ¿qué le pasa doña Teresa? ¿se siente
mal? ¿quiere que llame a un médico?
Irguiéndose
rápidamente, la orgullosa mujer respondió: no me pasa nada... son los años que
ya me pesan demasiado...
Con
rostro preocupado, el doncel insistió: ¿está segura? me preocupa no llamarle a
un médico...
Teresa
suavizó su duro semblante y dijo: por lo único que debes preocuparte es por
darme ese heredero que tanto anhelo... más que a la muerte, a lo que temo es
morir sin conocer el nieto de Francisco...
La mujer
salió de la cocina dejando a Cristian con un rostro desencajado y atormentado.
**********
La noche
cayó y Francisco regresó de trabajar encontrándose con Cristian dentro de su
habitación... como siempre con semblante triste y dubitativo.
El guapo
ojiazul preguntó: cuándo será el día que entre a mi habitación y me encuentre a
un doncel sonriente y con los brazos abiertos por mi llegada...
Cristian
miró al varón y contestó con un dejo de ironía: discúlpame por no ser el doncel
que esperabas, pero no era conmigo con quien debías casarte...
F: sí...
ya sé que con quien debí casarme es con tu hermano, pero él eligió otro
camino... seguramente ahora es más feliz en donde está porque está con quien él
quiere... el problema es para nosotros, que tenemos que vivir juntos y para ti
vivir conmigo es casi un calvario...
C: por
favor Francisco, no me reclames... habíamos quedado en que serías paciente...
F: y lo
he sido... ¿acaso te he obligado a estar conmigo desde la última vez que hicimos
el amor?
C: no, te
has comportado como un caballero...
F: sí, un
caballero que todas las noches duerme en el sillón de su propia habitación...
C: pues
si lo prefieres... yo duermo en el sillón y tú duerme en la cama...
Francisco
comenzó a quitarse la ropa del trabajo para ponerse más cómodo al tiempo de
decir: no se trata de eso Cristian... se trata de que quiero que tú y yo
llevemos una vida normal... como la de una pareja de casados... sabes que a
cada momento, mi abuela me presiona para que te deje preñado... si ella supiera
que hace días que no te toco, ya me hubiera desheredado...
C: ¿y
estarías dispuesto a tomarme a la fuerza sólo para cumplir con el capricho de
tu abuela?
Francisco
respondió con firmeza: no es un capricho... mi abuela no pide nada más que algo
natural en una pareja y yo no te estaría tomando a la fuerza... como mi doncel
tienes obligaciones y yo únicamente estaría tomando lo que me corresponde...
C: y si
no lo hago ¿qué?... ¿buscarás a otro doncel para saciar tus necesidades? ¿eso
es lo que quieres decirme?
F: lo que
quiero es que entiendas, que estoy siendo muy paciente, pero no soy de piedra
Cristian... y simplemente no veo que avancemos...
El doncel
intentó responder, pero un nudo en la garganta le impidió decir algo.
F: bueno,
será mejor que me duerma... hoy fue un día muy pesado y estoy cansado...
El varón
se dirigió al sofá en el que dormía para acostarse cuando Cristian habló:
espera...
F: ¿qué
pasa?
Con las
mejillas teñidas de rojo, el doncel dijo tartamudeando: s-si quieres...
p-puedes dormir en la cama...
F: de
ninguna manera permitiré que tú duermas en el sillón...
C: n-no
lo haré... yo también dormiré en la cama... no hay problema que duermas a mi
lado mientras tú no... me toques…
Francisco
sonrió ante el gesto de su doncel y dijo: te lo agradezco, pero es que si te
tengo tan cerca, no podría prometer no hacerte nada... tu aroma a rosas, me
excita...
Cristian
se puso rojo como un tomate al escuchar eso y dijo: Francisco, por favor...
El varón
se acostó en el sillón y dijo: no te preocupes, duerme tranquilo... yo dormiré
en esa cama cuando tú me recibas dispuesto a dormir con tu cabeza sobre mi
pecho y rodeado por mis brazos...
Cristian
no dijo más y prefirió acostarse a dormir... sin embargo, Francisco sonrió en
su lecho, ya que al menos esa noche el doncel había accedido a dormir a su
lado... el problema es que el varón no deseaba simplemente dormir.
**********
Al día
siguiente, Cristian bajaba las escaleras de la mansión Valencia cuando fue
interceptado por Francisco, quien le preguntó: ¿a dónde vas con tanta prisa?
C: buen
día Francisco… quiero ir al panteón a visitar la tumba de mi papá ¿puedo ir?
Sonriendo
por la docilidad del pelinegro, el ojiazul respondió: claro que sí, es más yo
voy contigo…
C: pero seguramente
tú tienes cosas más importantes que hacer y yo quizás me demore porque quiero
rezarle un rosario a mi papá…
Acercándose
a Cristian, el varón añadió: hoy estoy desocupado… y quiero acompañarte… vamos…
A
regañadientes, Cristian aceptó y poco después él y Francisco estaban de pie
frente a la tumba de Teodoro De Aragón.
Con un
rosario en la mano, el doncel le rezaba a su papá, mientras el varón únicamente
observaba en silencio.
Cuando
Cristian terminó su oración, le preguntó al ojiazul: ¿tú no rezas?
F: no,
nadie me enseño a hacerlo… creo que eso es más propio de donceles y mujeres…
C: te
equivocas, rezarle a Dios es propio de todos, porque Dios es padre de mujeres,
donceles, hombres y de todos los seres vivos…
Con una
leve sonrisa, el ojiazul contestó: tienes razón… quizás algún día puedas enseñarme
a hablar con Dios…
El doncel
habló con dulzura: cuando quieras… lo haré con mucho gusto…
Francisco
y Cristian se alejaron de la tumba de Teodoro y mientras caminaban por los
pasillos del panteón, el doncel se detuvo y dijo: espera, ya que estamos aquí
¿no quieres que vayamos a la tumba de tu papá? Si quieres podemos rezarle a él
también…
F: no es
necesario… mi papá, así como toda mi familia, no era religioso…
El doncel
miró a los ojos del varón y cuestionó: Francisco, ¿por qué casi nunca hablas de
tus papás?
Con sinceridad,
el ojiazul respondió: porque no tengo mucho que decir… la historia de mis papás
no es la historia de un gran amor… yo soy el hijo ilegitimo de Manuel Valencia…
la esposa legítima de mi padre no podía darle descendencia y él se involucró
con mi madre para poder tener un hijo, pero nunca la amo realmente, quizá la
quiso, pero no la amo…
Cristian
guardó silencio por unos instantes al escuchar por primera vez de labios de Francisco,
la historia de su familia.
El
pelinegro agregó: ¿y tú mamá? ¿qué piensas de ella? ¿la juzgas por lo que hizo?
Sin
contestar inmediatamente, Francisco tomó de un brazo a Cristian y lo llevó
hasta una banca de cemento, donde se sentó junto a él.
Mirando a
los profundos ojos negros del doncel, el varón dijo: mi madre se llamó Cecilia
y para mí fue la mejor mamá del mundo… no importa las condiciones en que haya
conocido a mi padre, ella sí lo amaba y yo sé que me concibió con todo el amor
del mundo…
Escuchando
con atención las palabras que salían del alma de Francisco, el doncel dudó en
preguntar: ¿cómo murió tu mamá?
F: se
enfermó y falleció, casi no me gusta hablar de ello… lo que si puedo decirte,
es que si mi madre viviera yo jamás hubiera dejado San Juan de la Costa, me
habría quedado a su lado, sin importarme la herencia de los Valencia, ni nada…
El doncel
asintió comprendiendo los sentimientos del varón, quien también preguntó: ¿y tú
Cristian? ¿qué piensas tú de tu mamá? ¿la quieres a pesar de saber que ella te
vendió con mi familia?
Tras guardar
un breve silencio, el doncel contestó sinceramente: la relación entre mi madre
y yo siempre ha sido difícil… a veces he llegado hasta a pensar que no me
quiere, pero luego pienso que exagero… el caso es que a mí no me corresponde juzgar
sus actos… es mi madre y Dios nos dicta que debemos amar a nuestros padres sean
como sean…
Satisfecho
con la respuesta del doncel, el ojiazul añadió: eres muy noble Cristian… dime una
cosa, ¿qué clase de madre piensas ser tú cuando lo seas?
Incómodo
por la pregunta, Cristian demoró en responder: pues… si algún día tuviera un
hijo, le daría todo el amor del mundo… lo protegería, lo mimaría, intentaría
ser el mejor de los padres para él…
Sonriendo,
Francisco dijo con voz gruesa: estoy seguro que lo serás… estoy seguro que
amarás con todo tu corazón a mi hijo, a NUESTRO hijo…
Cristian
se ruborizó ante las palabras del varón, quien miraba fijamente a los ojos del
doncel.
Lentamente,
Francisco fue acercando su rostro al de Cristian, quien sentía que su corazón
latía tan fuerte, que seguramente el varón podía escuchar sus latidos.
Cuando
los labios del ojiazul estaban por probar la miel de los labios de Cristian, el
doncel cortó el momento levantándose rápidamente.
C: regresemos
a la casa, por favor…
El pelinegro caminó presurosamente a la salida del camposanto mientras que Francisco sonrió levemente… por un lado se sentía decepcionado por no haber podido besar a Cristian, pero por otro sentía que el doncel comenzaba a bajar sus barreras, aunque fuera solo un poco.
Por primera vez, ambos habían abierto su corazón y hablado con palabras que salían del alma.
**********
Más
tarde, en la comida, doña Teresa le comunicaba algo a su nieto.
T: el
mayor de los hijos de la familia San Román se casará muy pronto y nos ha
enviado la invitación para que acudamos a su fiesta de compromiso... será una
cena baile en el pueblo de Santo Tomás...
F: ¿y
cuándo será?
T: este
sábado... tienes que acudir, ellos hacen negocios muy importantes con
nosotros... además que ahí estarán las familias más importantes de la región...
F: supongo
que tú también irás abuela...
T: por
supuesto que no... yo ya estoy demasiado vieja para esos trotes, pero tú y tu
doncel tienen que ir...
Cristian,
quien comía en silencio, abrió sus ojos grandemente al escuchar a doña
Teresa... el gesto no pasó desapercibido para Francisco.
F: ¿ya
escuchaste Cristian? este fin de semana tenemos un baile al cual asistir...
C: p-pero
yo... no conozco a nadie de esas personas y además Santo Tomás queda algo
lejos... preferiría quedarme si no te molesta...
Doña Teresa
intervino de inmediato: por supuesto que no... tú tienes que ir Cristian...
Francisco ya es un hombre casado y todos los caballeros asistirán con sus
esposas o donceles... Francisco será el hazmerreír de todos si llega solo...
Cristian
contestó con un poco de altanería: pues entonces acompáñelo usted... son sus
amistades después de todo...
Teresa
alzó la voz: ya dije que no iré... estoy vieja y cansada, pero Francisco sí
tiene que ir y tiene que hacerlo acompañado de su doncel...
El
delicado pelinegro iba a insistir en no ir, cuando Francisco habló con firmeza:
esta vez mi abuela tiene razón... Cristian, tienes que acompañarme a esa
fiesta... es un compromiso importante y tú eres mi doncel, es tu deber ir
conmigo...
C: pero
Francisco... yo soy muy tímido y nunca me han gustado ese tipo de fiestas...
por favor no me obligues a ir... además ni siquiera tengo que ponerme...
F: la
ropa no es problema... te compraré lo que haga falta, pero tienes que ir
conmigo... como dice mi abuela, todos los hombres casados llevarán a sus
parejas... yo no puedo ir sin ti... si en algo me estimas y me respetas,
accederás a ir conmigo sin que te obligue...
Cristian
no pudo más que agachar la cabeza y decir: está bien... si me necesitas en esa
fiesta, iré...
Francisco
tomó la suave mano de su doncel y la besó tiernamente mientras que doña Teresa
sonreía satisfecha por lograr su propósito.
**********
El sábado
llegó y Cristian se mostraba muy nervioso dentro de su habitación, donde Lupe
le terminaba de cepillar el cabello.
Mirándose
al espejo, el doncel preguntó: ¿crees que me veo bien?
L: luce
hermoso, joven... el señor Francisco se sentirá muy orgulloso de llevarlo como
su acompañante a esa fiesta...
C: no
exageres Lupe... quizás me veo bien, pero tampoco hermoso... para donceles
hermosos mi hermano Ricardo... él sí que es bello... cualquier persona que lo
veía admiraba su belleza... yo nunca pude competir con él...
L: pues
yo no conozco a su hermano y no dudo que sea un doncel muy bello, pero usted no
se queda atrás... esta noche siéntase muy seguro de que enorgullecerá a su
marido...
La
conversación fue interrumpida por la entrada de Francisco, quien vestía un
esmoquin negro, luciendo elegante y gallardo.
F:
Cristian ¿ya estás listo?
El doncel
se puso de pie rápidamente y acicaló su cabello de manera disimulada.
C: S-sí,
Lupe estaba terminando de peinarme...
Los ojos
de Francisco se posaron en el doncel, quien lucía ataviado con un traje de
color negro, que resaltaban el azabache de su cabello y su profunda y enigmática
mirada.
Sonriendo,
Lupe salió de la habitación y Cristian preguntó con inseguridad: ¿pasa algo?
¿no me veo bien?
El varón
se acercó y tomando al doncel por la cintura le dijo mirándolo a los ojos:
luces... espléndido... te ves tan bello como el día de nuestra boda... creo que
aún más porque ahora estás entre mis brazos...
Reacio
como siempre, Cristian se separó de Francisco: no te burles de mí... estoy muy
nervioso...
F: no
entiendo por qué... eres un doncel de buena familia... no creo que nunca hayas
ido a este tipo de eventos...
C: por
supuesto que he ido, pero nunca me agradaron... las personas sólo se fijan en
las apariencias y yo nunca he sido tan superficial... además es la primera vez
que asistiré como un doncel casado...
F:
precisamente por eso no debes estar nervioso... porque yo estaré contigo todo
el tiempo... cuidándote y protegiéndote... a mi lado, nunca debes de temer...
Cristian
no supo qué responder y sólo vio cómo Francisco le ofrecía su brazo para salir
con él de esa habitación… posteriormente abordaron su coche rumbo al pueblo de
Santo Tomás, donde se llevaría el baile de compromiso.
**********
Cerca de
las siete de la noche, cuando el manto de estrellas ya cubría a todas las casas
de San Tomás, Francisco y Cristian hicieron su arribo al amplio salón donde se
celebraba la cena-baile.
Aferrado
al fuerte brazo de Francisco, Cristian entró al lugar, donde los ya presentes
lo observaron y escudriñaron de arriba a abajo... no era una sensación cómoda,
pero el doncel sabía que así eran las cosas en las fiestas de alta sociedad.
Pese a
pertenecer al mismo gremio, Cristian siempre se mantuvo alejado de estos
eventos, él se casaría con Dios y debía de mostrar humildad... quién le diría
que terminaría formando parte de este tipo de fiestas al lado de un hombre...
al lado de su marido.
Acompañando
a Francisco, el doncel saludó a los anfitriones de la fiesta, así como a muchos
otros invitados, quienes sonreían cortésmente al heredero de la familia
Valencia y a su distinguido esposo.
Poco
después, Cristian ya estaba harto de fingir sentirse bien en un lugar que le
incomodaba junto a gente frívola e interesada.
Francisco
notó la incomodidad de su doncel y le dijo: ¿qué te pasa? ¿tan pronto te
aburriste?
C: no
estoy aburrido... sólo estoy incómodo... no me siento en mi ambiente...
F: y
¿cuál es tu ambiente? ¿un convento lleno de monjes?
C: no te
burles Francisco, aunque no me creas... yo prefiero estar con personas
sencillas y no en medio del oropel y la hipocresía...
Francisco
sonrió y acercándose a Cristian como si fuera a darle un beso, le susurró: te
entiendo, yo también pienso lo mismo de esta gente...
C: ¿tú también
te sientes incómodo? pues lo disimulas muy bien...
F: es
porque tengo que hacerlo... tengo que fingir que todos aquí me agradan... y lo
mismo hacen ellos… sólo ven en mí a un bastardo que se quedó con la herencia de
la familia Valencia... supongo que también piensan que gracias a eso me
acompaña alguien tan distinguido como tú...
C: yo no
soy nadie distinguido...
F:
naciste en el seno de una familia de abolengo... eso te hace mejor yo... o por
lo menos eso es lo que aquí creen...
C: y ¿qué
es lo que tú crees?
F: creo
que las personas valen por lo que llevan en su corazón y no en sus bolsillos...
y también creo que todos aquí son un nido de víboras e hipócritas...
Cristian
sonrió alegremente complacido por la respuesta del gallardo varón.
Francisco
acarició el mentón de Cristian y dijo: pocas veces te he visto sonreír y me
encanta lo hagas... quisiera verte siempre así, sonriendo...
El doncel
no alcanzó a responder, ya que el momento fue interrumpido por la aparición de
un elegante caballero.
"Buenas
noches Francisco, es un gusto saludarte", dijo el hombre que ya lucía
varias canas en su cabello, sin embargo aún conservaba los rasgos de haber sido
un apuesto varón en su juventud.
Francisco
sonrió ante su llegada y expresó: don Bernardo, qué gusto verlo...
Ambos
hombres estrecharon sus manos fuertemente y con genuina alegría... los ojos del
viejo hombre repararon en el doncel, que lo miraba con extrañeza.
B: y este
lindo doncel que te acompaña ¿quién es?
Francisco
engrosó la voz y habló con orgullo: este doncel es mi esposo... se llama
Cristian De Aragón...
Dirigiéndose
al doncel, Francisco dijo: Cristian, te presento a don Bernardo Arteaga, él es
un amigo de la familia y alguien que no entra dentro de la categoría de la
hablábamos hace unos instantes...
El doncel
entendió lo que Francisco quiso decirle y extendió su mano hacia el hombre
mayor: es un placer conocerlo... mucho gusto...
Con una
franca sonrisa, Bernardo respondió al gesto: el gusto es mío bello doncel...
sabía que Francisco se había casado, pero no pensé que tuviera tanta suerte al
desposar a un jovencito tan distinguido como usted...
Tímidamente,
Cristian respondió: muchas gracias señor...
Francisco
agregó: de hecho, lamenté que no haya podido llegar a mi boda don Bernardo...
B: yo
también lo sentí mucho hijo, pero comprenderás que la muerte de mi esposa aún
está reciente y tanto para mi hijo como para mí era difícil acudir a cierta
clase de eventos...
F: lo
entiendo perfectamente... y su hijo ¿viene con usted?
B: sí,
debe haberse entretenido platicando con alguien... ese muchacho siempre
encuentra alguien con quien distraerse...
F: bueno,
don Bernardo, tengo algo que hacer... le encargo un momento a Cristian... sé
que con usted queda en excelentes manos...
Sonriendo,
Bernardo respondió: ve, tranquilo... yo te cuido a tu preciada joya...
Francisco
se retiró con rumbo al baño, sin darse cuenta que alguien lo observaba a
distancia.
Mientras
tanto, Bernardo le preguntó a Cristian: escuché que tu apellido es De Aragón...
¿tú eres del mismo pueblo que los Valencia?
C: así
es... yo soy de Santo Domingo, ¿lo conoce?
B: por
supuesto, yo viví ahí muchos años, claro cuando era joven... ¿entonces eres hijo
de Magdalena?
C: sí, de
Magdalena y Tedoro De Aragón ¿conoció a mi papá?
B: eh...
este... sí, poco, pero lo conocí... ¿acaso él ya murió?
C: sí,
murió cuando yo era niño...
B: ¿y tu
madre?
C: ella
está bien, gracias a Dios... está sana y aunque ya es una mujer mayor, aún se
conserva muy guapa...
B: sí, lo
sé... Magdalena, tu madre, siempre fue una mujer muy bella...
Entre
tanto, Francisco salió del baño y se dirigía de regreso al salón cuando una voz
lo detuvo.
"Francisco,
qué sorpresa encontrarte aquí"
El
ojiazul volteó a ver de quién se trataba y se sorprendió al encontrarse frente
a frente con el doncel que amara en su adolescencia... el doncel que lo dejó
por irse con otro hombre que le ofreciera un mejor futuro.
F:
¿Giovanni? ¿tú aquí?
Giovanni,
un doncel de tez blanca y complexión delgada, de cabello rizado y castaño, de
rasgos delicados y ojos color aceituna... con una sonrisa que denotaban
frivolidad y cinismo.
F: ¿con
quién vienes?
Giovanni
se acercó al ojiazul y le dijo: eso no importa... lo que importa es haberte
encontrado precisamente aquí... nunca pensé que estarías en un lugar como
este...
F:
supongo que porque crees que sigo siendo aquel pobre muerto de hambre que
abandonaste por otro que te diera todo lo que querías y yo no podía darte
¿verdad?
G: por
favor Paco, las cosas no son como tú crees...
F: son
exactamente como yo creo... y no me digas Paco, el muchacho inocente que
dejaste en San Juan de la Costa ya no existe... ahora soy Francisco Valencia...
G:
¿Valencia?
F: sí,
ese es el apellido de mi padre... un hombre millonario del pueblo de Santo
Domingo, quien al morir me dejó como único heredero de su fortuna...
Los ojos
de Giovanni se abrieron grandemente al escuchar al varón.
F: sí,
Giovanni, ya no soy el humilde pescador que se enamoró como un loco de ti...
ahora soy un hombre rico ¿y tú?
Agachando
la mirada, el doncel respondió: yo vengo acompañando a un hombre de alta
sociedad...
F: ¿un
doncel de compañía? ¿en eso te convertiste?
Giovanni
miró a los ojos a Francisco y dijo: no me juzgues tan duramente... tú sabes
todas las carencias con que vivía en San Juan de la Costa... tenía derecho a
buscar algo mejor...
F: pues
te felicito... espero que lo hayas logrado... con tu permiso, alguien me
espera...
El varón
iba a marcharse cuando Giovanni lo detuvo del brazo.
G: espera
Francisco, aunque no lo creas, yo... yo no he podido olvidarte... yo aún te
quiero...
El
ojiazul rio con ironía: por favor Giovanni... no esperarás que yo te crea... te
repito que ya no soy el chico inocente de San Juan de la Costa...
Giovanni
se acercó peligrosamente a Francisco y le susurró: yo tampoco soy el mismo...
lo único que no ha cambiado, es lo que alguna vez sentí por ti... déjame demostrártelo...
El doncel
no esperó más y besó en los labios a Francisco, quien no pudo oponer
resistencia ante la caricia de ese amante del pasado.
En ese instante, Cristian apareció quedando sorprendido de la escena que veía... no podía creer que Francisco, su marido, estuviera besándose con otro doncel.
Continuará...